"San Martín adquiere su corvo", óleo sobre tela de Héctor Arenales, 2008.
Bibliografía: “El corvo”, de Enrique
Rodolfo Dick. Edición de autor. Buenos Aires, 2009. Impreso por Edivérn S.R.L.
Ilustración de la Tapa: “San Martín adquiere su corvo”. Óleo sobre tela de
Héctor Arenales. (2008)
(Género: Narrativa Argentina.
Novela. Contenido: Introducción, Cinco capítulos, Apéndice, Bibliografía y
Agradecimientos)
por José Luis Mignelli
Un erudito artículo del autor, publicado en el Boletín
Digital de la Academia Nacional de la Historia (1), nos condujo finalmente a "El Corvo", trabajo en el que
Dick se ocupa entre otros temas del shamshir del Libertador, así como de otras
armas blancas. También, aunque someramente, de las de fuego, tales como pistolas,
mosquetes y artillería de la época. Todo ello a través de comentarios
atribuidos al prócer, o a sus ocasionales
contertulios, en tierra firme o a bordo, personajes ciertos de la historia real y de
ficción.
El libro abarca la vida de San Martín en el período
inmediatamente anterior a su regreso a América. Comprende por tanto su estadía
en Cádiz (la amurallada Gáder de los fenicios), el traslado a Inglaterra a
bordo del Seaflower, su permanencia por
dos meses en Londres y el trayecto final
a Buenos Aires en la fragata de Su Majestad Británica George Canning.
A fin de proveer con conocimientos técnicos al ocasional
lector, el autor invita a anticiparse con la lectura del apéndice, en el que dos
destacados expertos españoles ponen al lego en materia. (2) El relato se inicia
en el año 1706 de nuestra era, en el pueblo de Djolfa, situado en las afueras
de Isfahán, Persia, por entonces bajo la
dominación del “Sha” Soltan Hossein;
cuando el maestro espadero Asad, recibe un excepcional cargamento de wootz (3)
proveniente del cerro Chamundi en Mysori. En esa circunstancia habilitará a su primogénito Abud para labrar su primer shamshir. El aprendiz
aventajado deberá en la ocasión, cumplimentar todas las etapas que el trabajo
conlleva: forja, moldeado, temple, pulido con la compacta piedra de zas y el
ataque final con “ácidos diluidos y soluciones salinas” que pondrán de relieve
el dibujo. Su desempeño y resultado final es juzgado sobresaliente por el
padre, recibiendo la hoja dos temples. El primero a caballo, blandiéndola a un “rojo insólito” en el aire y sobre su cabeza.
El segundo con agua helada proveniente de una napa profunda, pero solo
en lo atinente al filo, por lo que se
recubrirá el resto de su superficie con
arcilla (4). La hoja llegará por fin a
Londres en 1708 en manos de un mercader inglés. Queda así, flotando en el aire,
la idea de que pudo ser esa la hoja casta y pura, que no debía ser templada con “orines y aceites”; aquella con
la que se montó el corvo del Libertador y que este habría adquirido a precio
conveniente en un casi ignoto comercio
de la City.
José de San Martín, Carlos de Alvear, Matías Zapiola,
el Barón de Holmberg y Chilavert
(padre), entre otros, mantienen en estas páginas apasionadas conversaciones con sus interlocutores, pares ingleses o no,
acerca de táctica y estrategia militar, armamento, batallas, la guerrilla contra el invasor francés, uniformes,
sitios de ciudades y navegación. Así también sobre el desempeño militar de Napoleón
Bonaparte, el Duque de Wellington o nuestro conocido Willam Carr Vizconde de Beresford
durante la batalla de Albuera, las “Reflexiones Militares” del Marqués de
Marcenado (cuya lectura procura Ritter, el aspirante prusiano a ayudante de
campo del Libertador), o el trágico fin que le cupo a Francisco Solano Ortiz de
Rozas, Marqués del Socorro a manos de la turba. Thomas Maitland y su plan de conquista
de la América española, Andrés Bello y
la casa londinense refugio de patriotas de Francisco de Miranda en Grafton Street. El escocés James Duff en su mansión gaditana frente a la bahía, en
la que el prócer explicará al cónsul, *) su amigo y confidente, el
significado de “lucha de zapa”. En el
relato, será éste el primero en asesorar al Tte. Coronel de caballería José
Francisco de San Martín y Matorras, sobre comercios especializados de la City donde adquirir
un buen sable, con la prevención de que esté provisto preferentemente con una resistente hoja de legítimo Damasco. Entre ellos
Thomas Gill y Henry Osborne ambos de Birmingham, pero con oficinas comerciales
en Londres. El futuro Libertador aunque discreto y reservado, se revela sucesivamente
en estas páginas, experimentado hombre de armas, buen lector provisto de una
librería que se propone llevar consigo a Buenos Aires, catador de vinos, tabacos
y manjares. Last but not least ferviente
católico, no obstante su pertenencia a una sociedad secreta, siempre
considerada masonería de medios y no de fines. En rigor, quién se revela
conocedor de estos temas es el propio Dick, General (RE) del Ejército,
Ingeniero Militar y Doctor en Historia, introduciendo además términos náuticos,
así como vocablos y giros del lenguaje de la época.
La espada versus el sable como arma de caballería, se hace presente en varios pasajes de la obra,
así como la preferencia de San Martín por el shamshir, ya que la primera se demora en salir de la
vaina y se embota en el cuerpo del adversario, resultando tan difícil retirarla
como fácil perderla. (5) Algo de esto se
revela en el recreado y conocido asalto, que aquél sufriera a manos de
bandoleros al abandonar Zamora, durante una comisión de reclutamiento en la península.
(6) No podía faltar una mención sobre la
Espada de Bailén, labrada por el célebre Sebastián Hernández, y que le fuera
obsequiada a San Martín por el Marqués de la Romana con motivo de su desempeño
en esa batalla.
Las disidencias en materia terminológica
invariablemente se hacen presentes en esta materia. Al autor no le satisface el
vocablo “cimitarra” genéricamente aplicado
a este tipo de sables orientales, no obstante que uno de sus válidos referentes
deriva tal denominación de “shamshir” y
“schimir”, de lo que resulta una suerte
de castellanización de la voz original. No conocíamos por nuestra parte la
traducción de shamshir con el significado de “curvado como las uñas de un
tigre”. Lo derivamos en cambio de “chamchir”, equivalente a “cola de león” en
iraní, y que hace referencia a la curvatura que imprimen a sus apéndices esos
felinos. **)
El capítulo “En Londres”, inicia con una certera
descripción de Inglaterra bajo el reinado de los Hannover (Jorge III e hijo, su
regente y sucesor Jorge IV), la industrialización del hierro y el acero, el
maquinismo, los primeros barcos con casco de acero y a vapor para navegación
interior, así como el estado de los caminos y la expansión comercial marítima.
Pero también, el hacinamiento en las grandes ciudades, las malas condiciones
laborales, la ausencia de redes cloacales y las pestilencias que ascendían a suelos y paredes de las viviendas. (7)
Concluye el trabajo en marzo de 1812 con el arribo de
San Martín a Buenos Aires y su reunión
con el Secretario del Triunvirato Bernardino Rivadavia, por la que se le expide
despacho de Teniente Coronel de Caballería y se le previene (aunque accediendo a su propia sugerencia), la creación de un escuadrón de granaderos a caballo con asiento en
los cuarteles del Retiro, al modo de los “grenadiers à cheval” franceses de 1796
o sus homónimos españoles de 1735.
Definitivamente un libro de sumo interés por la
multiplicidad de temas que abarca, siempre vigentes para los que transitamos
estas lides por el conocimiento de las armas y de su historia, apoyados en la
más vasta bibliografía a nuestro
alcance.
*) Fue James Duff, Viscount Macduff y mas
tarde Earl of Fife, quien gestionó su pasaporte, suscrito por el cónsul inglés en Lisboa Sir
Charles Stuart. (Vid “Al Libertador General San Martín, en el bicentenario de
su nacimiento. 1778 – 25 de febrero – 1978”. CIECC - OEA. Washington, Distrito
de Columbia, 1978 y Rodolfo Terragno. “Diario Íntimo de San Martín. Londres,
1824. Una misión secreta.” Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 2010).
**) En relación con la etimología y semántica de la palabra shamshir, existen varias teorías o corrientes de opinión. Para Alain Jacob el término procede de chamchir (raíz de "cimiterre"), que traduce del persa como "la queue du lion", es decir "la cola o rabo del león". (Vid Les Armes Blanches du Monde Islamique. Jacques Grancher Editeur. París, 1985). Una segunda teoría sostiene en cambio que shamshir es una antigua voz farsi, aplicable a la espada desde un punto de vista genérico. Al respecto debe recordarse que en su origen, las espadas persas presentaban hojas rectas y de doble filo. Fue durante el Imperio Safávida, bajo el Chah Abbas (1587 - 1629), que las hojas curvas (procedentes de Asia Central y conocidas desde el tiempo de los selyúcidas), alcanzaron un alto grado de difusión y su cenit a partir del Siglo XVI. (Vid Anthony North. An Introduction to Islamic Arms. Victoria & Albert Museum. Londres, 1985).
Una tercera corriente señala por su parte que shamshir refiere a la ciudad homónima de Persia, en la actual República Islámica de Irán: Kateh Shamshir Sofla, cuya traducción es "curva como la garra de un león". Al parecer es ésta la teoría por la que optó el autor, aunque trocando león por tigre, félido este último de mayor porte que el león persa. Por último, otros derivan shamshir de "shafsher", con significado semejante al anterior, pero acotado a "garra del león".
**) En relación con la etimología y semántica de la palabra shamshir, existen varias teorías o corrientes de opinión. Para Alain Jacob el término procede de chamchir (raíz de "cimiterre"), que traduce del persa como "la queue du lion", es decir "la cola o rabo del león". (Vid Les Armes Blanches du Monde Islamique. Jacques Grancher Editeur. París, 1985). Una segunda teoría sostiene en cambio que shamshir es una antigua voz farsi, aplicable a la espada desde un punto de vista genérico. Al respecto debe recordarse que en su origen, las espadas persas presentaban hojas rectas y de doble filo. Fue durante el Imperio Safávida, bajo el Chah Abbas (1587 - 1629), que las hojas curvas (procedentes de Asia Central y conocidas desde el tiempo de los selyúcidas), alcanzaron un alto grado de difusión y su cenit a partir del Siglo XVI. (Vid Anthony North. An Introduction to Islamic Arms. Victoria & Albert Museum. Londres, 1985).
Una tercera corriente señala por su parte que shamshir refiere a la ciudad homónima de Persia, en la actual República Islámica de Irán: Kateh Shamshir Sofla, cuya traducción es "curva como la garra de un león". Al parecer es ésta la teoría por la que optó el autor, aunque trocando león por tigre, félido este último de mayor porte que el león persa. Por último, otros derivan shamshir de "shafsher", con significado semejante al anterior, pero acotado a "garra del león".
Referencias:
(1) Enrique Rodolfo Dick. “Reflejos del corvo”.
Historia del sable del Gral. San Martín. Academia Nacional de la Historia. Boletín
Digital. Año 2, Nro. 8. El autor menciona en este trabajo, las casas
especializadas de Londres donde pudo el Libertador comprar su shamshir. Ellas eran: Samuel
Brunn, Thomas Gray, Richard Johnston, John Prosser, George Reddell, J.
Sydenhan y Richard Teed.
(2) Adolfo R. Bernalte Sánchez. “El sable desde la
antigüedad hasta el Renacimiento” y José Antonio González Suárez. “Evolución del
sable desde el Renacimiento hasta nuestros días”. El primero es especialista de
arma blanca del Museo del Ejército en Madrid, asesor técnico del Museo Naval de
Madrid y miembro de la Asociación Española de Esgrima Antigua. El segundo es
Conservador Jefe del Departamento de
Armas y Metales del Museo del Ejército Español.
(3) Wootz (poulad janherder en persa): Torta o
lingote de acero con alto contenido de carbono, con el que se forjaban las
espadas de Damasco. Conforme al autor, el término procede de las voces ukku,
ukko u hookoo de la lengua nativa de Karnataka (antigua Maisuru o Mysore) y de
Andhra Pradesh, con el significado de acero. (El primero es un estado del
sudoeste de la India y el segundo del sudeste de ese país, aunque su creación como
tal solo data de 1953, a consecuencia de un desprendimiento del estado de
Madrás.)
(4) El método descrito para el segundo temple, es
similar al utilizado por los kaji en Japón para endurecer la yakiba,
concediendo flexibilidad al resto de la hoja.
(5) Se ha
discutido reiteradamente sobre las ventajas y desventajas del sable frente a la
espada y viceversa. Hacia fines del
siglo XIX, aquellos presentaban una leve
curvatura de la que son buen ejemplo nuestros modelos de caballería 1895 y 1898,
lo que permitía un mejor uso de la punta. A principios del siglo XX, se pensó en cambio que
la única herida verdaderamente mortal producida por el arma blanca era la estocada. Algunos países volvieron
entonces a la “espada sable” de hoja recta, con uno o dos filos corridos al
interior y al exterior en su caso. Así por ejemplo, el modelo diseñado en
España por el Capitán de Caballería Luis Carvajal, Marqués de Puerto Seguro.
(Vid. Luis Carvajal. La espada en la actualidad. Madrid, 1910. Impreso por
Artes Gráficas Mateu, Paseo del Prado 30. Madrid), los de caballería inglesa de los años 1908 y
1913 y la “U.S. 1913, Patton Cavalry Sword” de doble filo, concebida por el
entonces joven oficial George S. Patton en
los Estados Unidos de América. Muchas de estas últimas fabricadas en el Arsenal
de Springfield o por L. F. & C (Landers,
Frary y Clark), fueron canibalizadas
durante la Segunda Guerra Mundial, ya que con cada una de sus hojas la firma
Anderson de Glendale, California, fabricaba tres cuchillos de combate para las
tropas americanas. (Vid. M. H. Cole. U.S. Military Knives, Bayonets and
Machetes. Book III.
Edición de autor. Birmingham, Alabama, 1983). Poco tiempo restaba por otra
parte a la caballería para convertirse
en motorizada y blindada, lo que devino
ocioso el diferendo sobre las virtudes y defectos de una u otra arma, desde un
punto de vista práctico.
(6) El incidente en el que San Martín fue herido,
habría ocurrido alrededor de diciembre
de 1801, no conociéndose con precisión el lugar en que aconteció. Se ha mencionado
el pueblo de Cubo y Cubo del Vino a
mitad camino entre Zamora y Salamanca, pero también se ha sugerido Cubillas, en el camino de Palencia y Burgos a
Valladolid. (Vid. Demetrio Ramos Pérez. San Martín el Libertador del Sud.
Anaya, Madrid, 1988)
(7) Las pésimas condiciones de vida para las clases
bajas en Inglaterra, perdurarían por décadas. Al respecto puede consultarse “La
vida cotidiana en Inglaterra al comienzo del reinado victoriano” de Jacques de
Chastenet publicadas por Hachette y "Roma y Londres” del Pbro. Santiago Margotti, publicado en Barcelona en 1859.
(Vid. citas de los mismos en Elías S. Giménez Vega y Julio C. González. Hernandismo
y Martinfierrismo. Plus Ultra. Buenos Aires, 1975)
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