domingo, 18 de diciembre de 2016

Curiosa pieza para estudio y colección: Cuchillo de abordaje español para la marina, modelo del año 1867.


Cuchillo de abordaje español modelo 1867



por José Luis Mignelli

Oportunamente había llegado a nuestra mesa de trabajo un ejemplar de este curioso cuchillo que sin más trámite intentaremos describir. El cabo es de latón gallonado con un falso pomo, al que está remachado el extremo de la espiga, y monterilla corrida y simulada, con una cruz recta de cortos gavilanes del mismo material. La hoja provista de un amplio recazo desigual, con sus respectivos espesores cuadrados, es recurvada (o de doble curvatura), de tipología yatagán. Fue vaciada a dos mesas, separadas entre sí por una espina que acompaña el movimiento de la misma. De esta manera cada arista cortante al exterior e interior presenta una porción de filo convexo y otro cóncavo, ubicados en forma opuesta cada uno respecto del otro, con excepción de la punta donde ambos filos son convexos. El ejemplar carece de vaina, pero la información bibliográfica nos dice que ésta era de cuero negro, con brocal y puntera del mismo material que la empuñadura.

Hemos encontrado tres fuentes bibliográficas que se ocupan de este cuchillo. La más detallada es "Armamento Portátil Español 1764 - 1939" de Bernardo Barceló Rubí, 1) quien lo describe bajo el Nro. 18, señalando: "La hoja [es] de doble curvatura con lomos cuadrados cortos y desiguales en su arranque y dos filos a dos mesas en el resto". Le asigna un valor de 8 pesetas para el año 1871, conforme a la Real Ordenanza del 7 de junio de ese año y entre las medidas que aporta rescatamos las siguientes:

Largo total: 360 mm.
Peso total: 475 gramos
Largo de la hoja: 260 mm.
Peso de la hoja: 255 gramos
Largo de la vaina: 275 mm
Peso de la vaina: 100 gramos

El ejemplar de la foto reproducida en el libro no incluye a la vaina, y lleva grabado en la parte central de la cruz el Nro. 14. "The Lyle Official Arms & Armour Review. Identification & Price Guide", en su 8ª edición correspondiente al año 1983, nos muestra un ejemplar de este cuchillo y su vaina, al que asignaban por entonces un valor en subasta de los prestigiosos auctioneers Wallis & Wallis de Sussex, de 90 libras esterlinas o 160 dólares estadounidenses, calificando a la pieza como "rara", pero datándola erróneamente como modelo 1876, presumiblemente por una inversión en la impresión de las dos últimas cifras. 2) Por su parte Rafael Ocete Rubio en "Armas Blancas de España", publicado por Tucán en 1988, describe brevemente al cuchillo ofreciendo sólo un dibujo del mismo sin  su vaina. 3)


Referencias:

1) Librería y Editorial San Martín. Madrid, 1976.

2) "A rare Spanish M 1876 naval boarding knife, recurving blade 10 in., solid brass ribbed grip, stamped C22. In its brass mounted leather sheath." (Lyle Publications, 1982. Glenmayne, Galashields, Scotland.)

3) "... cuchillo de abordaje modelo 1867, con empuñadura de latón y hoja de doble curvatura, que le confiere un aspecto inconfundible."


Glosario:

Gallonado (gallones): Resaltos transversales dispuestos en forma continua o alternada en el puño o cabo de algunas armas blancas, para asegurar su sujeción a la mano.

Latón: Aleación de cobre y zinc.

Yatagán: (cuchillo en turco) Sable corto característico de Turquía y países balcánicos, con hoja de filo cóncavo en gran parte de su recorrido y convexo en las proximidades de la punta. Carece de guarnición o gavilanes, presentando en el extremo inferior del puño una virola. Ésta se prolonga en una pieza envolvente de metal fino labrado como plata u oro, que recubre el talón y en forma parcial los primeros centímetros de la hoja. El puño elaborado en madera, cuerno o marfil, remata en su extremo superior en dos orejas que favorecen la sujeción. Se ha señalado la relación de su hoja con el Kopis griego, la Sosun Pattah india y el kukri nepalés. (Vid Carlo Galizzano. el Gran Libro de las Armas Blancas. Editorial De Vecchi S. A. Barcelona, 1990. Frederick Wilkinson. Armas y Armaduras. Editorial Noguer S. A. Barcelona, 1978. Swords. A Visual History. Dorling Kindersley Limited. London, 2010).

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viernes, 2 de diciembre de 2016

La mejor razón la espada


Bibliografía: “Manual de Esgrima y Duelo”, por D. Antonio Heraud y Clavijo de Soria. Nueva edición. Comprende una nota preliminar y III partes (Historia de la Esgrima, Tratado de la Esgrima y Duelo), y 114 láminas. Editado e impreso por Librería de la Viuda de CH. Bouret. París y Méjico, 1892


Por José Luis Mignelli

                                   


“Miserable arquero, tú que te jactas tanto de tu rizada cabellera, y que sólo sabes mirar a las mujeres, atrévete a atacarme de frente con las armas en la mano y verás que tu arco y tu carcax no lograrán salvarte.”

Diomedes                                   



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Que entre gente encopetada
Y caballeros de nervio
Dice un antiguo proverbio
La mejor razón la espada

“Un lance de honor” de Wenceslao Ayguals de Izco


                              


Señala el autor en la nota preliminar de este trabajo, además de los títulos que incorpora y que motivan la nueva edición, la estrecha relación de la esgrima con la guerra y la defensa personal, circunstancias que hacen al tema apasionante. Acota que la esgrima en la antigua Roma tiene relación con la nuestra, ya que el combate a muerte de los gladiadores se parece mucho a los duelos de nuestra época (fines del siglo XIX), ya sea por razones de honor o cuando ante el disenso, periodistas y políticos buscan una satisfacción extra legal a reales o presuntos agravios. Anticipa asimismo que abordará este tema, que supone el combate caballeresco con espada, florete, sable y pistola, de la mano de expertos como el conde Verger Saint - Thomas, Tavernier y el barón de Vaux; así como en lo general acude a los trabajos de Mérignac y De Prevost, histórico uno y técnico el otro respectivamente. No omite relatos de duelos reales, con trágicos y a veces risibles resultados, incorporando asimismo en forma complementaria la esgrima del palo bastón y la del fusil con bayoneta. Por nuestra parte nos ceñiremos estrictamente en nuestro comentario a la parte histórica, sin perjuicio de mencionar algunas generalidades sobre la esgrima y el duelo.




Destaca Heraud y Clavijo de Soria el carácter secundario del manejo de las armas blancas en el ámbito militar, en una época regida por el fusil de tiro rápido y el cañón de largo alcance. Sirve en cambio dice, para la educación corporal y formación del carácter, en los llamados duelos inofensivos o asaltos de esgrima.

Señala que en tiempos de griegos y romanos las armas eran de dos categorías, las arrojadizas como dardos y lanzas y las que se esgrimían con la mano, destacando el desdén que los guerreros helenos sentían por los arqueros, a los que no dudaban en calificar como soldados de categoría inferior por no enfrentar cara a cara al enemigo. Así se recuerda literariamente el desprecio manifestado por Diomedes a París (que reza parcialmente el epígrafe), cuando este lo alcanzó con una flecha disparada con su arco amparado tras una columna. 1)

Dice el autor que en sus orígenes los griegos peleaban en forma desordenada, librando junto al rey combates individuales dentro del campo de batalla. Todo cambiará con la llegada de los dorios (después conocidos como espartanos o lacedemonios) al Peloponeso, pueblo guerrero y disciplinado sin par, siempre dispuesto con sus armas a la mano, a fin de controlar a los pueblos conquistados como sus sometidos los ilotas. Aparece en Esparta el hoplita 2) provisto de dos armas ofensivas, la lanza y la espada de hoja corta para usar de punta y con forma de hoja de salvia de entre 14 y 15 pulgadas de longitud, disponiendo en lo defensivo de casco de bronce, escudo, coraza y borceguíes de espinilleras consistentes en placas para la protección de las piernas. El uso del escudo con la mano izquierda, era fundamental para parar el golpe de la lanza (que a veces se tornaba arma arrojadiza), o la estocada de la espada, al punto que su extravío como el del casco fueron severamente castigados. El escudo era de forma oval por abajo y terminado en punta en la parte superior, cubría casi todo el cuerpo y podía presentar a uno y otro lado ranuras para pasar la pica o la espada. La táctica cambió, evitándose el combate singular y formando falanges compactas que arrollaban con la fuerza de su masa al enemigo. La carga de la caballería tebana armada por excepción de mazas, era detenida con picas de contención descritas por Polibio, con un largo de entre 8 y 9 metros; en el marco de una estrategia que a poco se extendió desde Esparta a toda Grecia.

Describe a la educación romana dirigida primordialmente a la guerra, con fines defensivos, o para el sometimiento de otros pueblos cuyas tierras o riquezas ambicionaban. Por lo expuesto, jóvenes de ambos sexos se ejercitaban diariamente en el Campo de Marte con arco, lanza, espada y escudo protector. Sus armas eran semejantes a las de los helenos y también su táctica, que consistía en obtener la victoria en las batallas por el empuje colectivo de sus fuerzas, relativizando el lucimiento personal. Sostiene que hombres y mujeres de distintas clases sociales practicaban esgrima, lo que motivó la sátira de Juvenal respecto al adiestramiento de estas últimas. Señala que numerosos ciudadanos de alcurnia, adoptaron bandas de gladiadores en calidad de guardias personales como las de Clodio, Milon y Catilina y no faltaron nobles incluido el emperador Cómodo, que se batieron en la arena. Todo ello acontecía en circos levantados en Roma y otros lugares del vasto Imperio como Bretaña, Galia, España y África. Marco Aurelio indiferente por principio a este espectáculo, prohibió en su momento el filo de las armas utilizadas en los juegos, pero fueron cortantes bajo otros emperadores como Druso hijo de Tiberio. Prisioneros de guerra, esclavos, condenados a muerte, e incluso incursos en delitos como el fraude o el peculado, amén de ciudadanos libres de clases superiores o venidos a menos por la pérdida de su fortuna, engrosaron las filas de la lucrativa cofradía de gladiadores. Clasificados conforme a su especialidad, hubo quienes militaron en mas de una categoría. Pasa así revista Heraud a los “mirmillones” armados de casco, escudo, y espada corta en forma de hoz para enfrentar a los “reciarios” provistos de tridente, puñal y una red de forma cónica con una cuerda en su extremo, lastrada con bolas de plomo en su abertura para desplegar sobre el contrincante. Los “secutores” o seguidores provistos de espada, escudo y casco con visera, así llamados por perseguir sin cuartel a los reciarios por la arena circense. Los “homóplacos” armados de coraza completa, escudo cuadrado, casco con visera y espada, considerados los más eficientes y un anticipo de los caballeros cubiertos de hierro de la Edad Media; fueron los más peligrosos y solo combatían entre ellos. Los “laquearios” sustituían la red por un lazo con nudo corredizo para atrapar por el cuello a su ocasional enemigo. Los “tracios” luchaban con su arma característica la sica y un escudo. 3) Los “velites” utilizaban el dardo y la lanza así como los “provocadores”, identificados con este nombre por ser los primeros en iniciar los combates. Los “dimaqueres” se caracterizaban por portar armas alternativas como 2 puñales o 2 espadas o un puñal y un tridente. Los “andabates” combatían montados a bordo de un carro o auriga al igual que los “esedarios”, con la particularidad de llevar los primeros los ojos vendados o un casco ciego, o combatir en la oscuridad de la noche sobre el horario de cierre de los juegos. Los “equites” luchaban montados a caballo y armados de una larga lanza. Los “catervarios” se caracterizaban por pelear en banda, nunca individualmente. Los “meridiarios” peleaban provistos de espadas y hacia la mitad del día como su nombre lo indica. Por fin los “bestiarios” enfrentaban fieras traídas de los confines del Imperio, tales como felinos, toros, elefantes y osos. Vestían una túnica sujeta solo en el hombro izquierdo y se armaban con un escudo pequeño y una espada corta, valiéndose a veces de hoces y estacas como elementos defensivos. De necesitarse suplentes de cualquier orden, estaban siempre disponibles los “supositilios” o gladiadores de reserva.  

Los juegos se anunciaban mediante avisos en los muros, a la vera de los caminos y hasta en monumentos públicos y mausoleos. Comenzaban con un desfile de gladiadores en traje de gala, vistiendo luego el de combate y entregándose a un entrenamiento previo en la arena, antes de ser debidamente armados. Si el gladiador resultaba vencido, el pueblo pronunciaba sentencia de sobrevivencia o de muerte, representada esta última con el gesto del pulgar de la mano hacia abajo y recitando la formula latina “recipe ferrum” (recibe el hierro).

Señala el autor que el después llamado Coliseo de Roma, que en su origen se conoció como “Coloseo” por estar cerca del “Coloso de Nerón” con capacidad para 80.000 asistentes, fue solo uno de los escenarios de estos espectáculos. Iniciado el edificio por Vespaciano, debió ser completado por su hijo Tito Flavio quien lo sucedió como emperador, trabajando allí 10.000 judíos tomados prisioneros después de la rebelión de Judea y la destrucción de Jerusalén en el año 70 de la era cristiana. Complementariamente los romanos amaban la recreación de batallas históricas, las que por su naturaleza requerían de un ámbito más grande. En ellas los legionarios participaban con espadas desprovistas de filo, representando batallas a campo abierto o asalto a baluartes, formando la llamada “tortuga militar” con hombres y escudos.

Se pregunta el autor como se operó la conversión de las fuerzas regulares del Imperio, en los caballeros de la Edad Media, estribándolo en la circunstancia de que la caída del imperio romano de occidente no supuso la creación de estados unitarios con recaudación de impuestos que permitieran montar ejércitos, sino de feudos a cargo de señores que consideraban al rey solo como “el primero entre sus iguales”. El armamento resultaba entonces del esfuerzo de particulares. Todo propietario era a la vez un guerrero y convocado por el rey, debía presentarse con los suyos debidamente provistos de armas y vituallas para la campaña. Esto incluía no solo a seglares, sino también a obispos y abades. Hacia el siglo IX los peones u hombres armados de a pie, con escudo y lanza debido a su relativa pobreza de medios, fueron desapareciendo y solo quedaron los caballeros provistos de armadura o catafractos. Así fue que las batallas se convirtieron nuevamente en combates singulares entre caballeros, que consideraban la guerra un juego o competencia, relativizando a veces la victoria. Todo hombre de armas tenía “derecho de guerra” respecto de sus vecinos, en razón de un insulto o de una pretensión territorial contra otro señor feudal, cuya captura y consiguiente pago de rescate, resultaba mucho más rentable que darle muerte en batalla. Al respecto el autor cita como ejemplo la batalla de Bremule en el año 1119 entre franceses e ingleses, con la participación de 900 caballeros de los cuales solo 3 murieron en combate, pero 130 cayeron prisioneros con el consiguiente daño económico que supuso para los perdidosos rescatarlos. Los caballeros estaban armados de una espada con hoja de acero y una lanza de madera de fresno con punta, escudo de madera y cuero, yelmo con nasal y una túnica con anillos de hierro reemplazada después por la cota de malla que los cubría hasta las rodillas. Su única profesión era el combate real en la guerra, o el simulado en justas y torneos realizados a Palenque Cerrado. Estos últimos resultaron a veces más sangrientos que aquella, por la presencia de damas que los incentivaba al lucimiento personal en el combate, mencionando el autor un torneo realizado en 1240 cerca de la ciudad de Colonia en el que 60 caballeros perdieron la vida. Razones como esta, motivaron la adopción de las llamadas “armas corteses”, consistentes en lanzas sin punta y espadas cuya hoja estaba desprovista de filo y punta. En principio los caballeros eran reclutados de la clase alta y pudiente, sin perjuicio de excepciones ya que la vileza de origen se perdía ocasionalmente con la ceremonia de iniciación, requiriéndose contar con 21 años de edad para ser armado caballero. Se podía sin embargo ingresar como paje a los 7 años y como escudero a los 14. Armarse caballero suponía una ceremonia militar y religiosa, en la que el aspirante “pasaba la noche en blanco”, velando armas y acompañado de sus padrinos y un sacerdote, en medio de un ritual de purificación que incluía baño, ayuno, confesión y penitencia. Por la mañana era armado caballero por el rey con tres golpes de espada dados en su cuello con el plano de la hoja, previo compromiso de “sostener la religión y la honra de la caballería”, que lo obligaba también a sostener huérfanos, viudas y desvalidos y constituirse en protector de las damas en peligro.

Dice Heraud que la caballería no terminó como se ha dicho por la aparición de la pólvora, sino por cuanto los reyes de Europa central y las ciudades, comenzaron a reclutar milicias compuestas por aventureros y mercenarios, que percibían un sueldo dando así origen al nombre de “soldados”. Pese a su origen plebeyo pudieron estas fuerzas sobreponerse a los caballeros andantes, provistos como estaban de ballestas traídas de oriente, picas o el gran arco inglés realizado con madera de tejo de 2 metros de longitud, capaz de disparar por un arquero entrenado hasta 6 flechas por minuto. Los arqueros ingleses integrados por campesinos a pedido del rey, derrotaron así a los caballeros franceses en Crecy, Poitiers y Azincourt.

Sostiene Don Antonio Heraud que la esgrima concebida como el arte de estudiar la espada, los quites, estocadas y respuestas con supresión absoluta de los tajos, nació en España pasando después a Italia; citando en su apoyo a “La Historia de la Esgrima” de Mérignac. Describe los llamados “juicios de Dios”, de los que dice fueron numerosos en España, citando como ejemplo el duelo en banda librado en Zaragoza entre 4 caballeros cristianos y 4 musulmanes, en el que se dirimía la fidelidad de la sultana Zoraida. Resultando vencedores los cristianos, cuya honestidad defendían, los musulmanes se retractaron manifestando que atento al resultado, su acusación había carecido de fundamento. Dice que en el siglo XVII los maestros de esgrima en España crearon golpes e hicieron escuela, pero los duelos se convirtieron en una verdadera manía lo que motivo que fueran severamente castigados con pena de muerte. Los motivos de los mismos fueron siempre razones triviales y nunca por causas graves, recurriéndose en el segundo caso al asesinato por bandas de espadachines a sueldo, como las que hubo a tal fin en la ciudad de Valencia. Los duelistas usaban una espada larga con gánigo*) en su empuñadura y en la izquierda un capotillo para las paradas, al igual que los vistos en los duelos con navaja. Cuando el arte de la esgrima pasó de España a Italia, toda Europa se pobló durante los siglos XVI y XVII de maestros italianos. Define despectivamente su esgrima como poco franca, llena de refinamiento, asechanzas y zancadillas, siendo lo fundamental en ella herir solo de punta. Aparece el paso adelante en el momento de atacar a fondo concebido en 1606 por el maestro Giganti de Venecia y a mediados del siglo XVIII la careta de esgrima diseñada por La Boessière. Destacaron buenos esgrimistas en Bélgica como Lobkowitz, defensor acérrimo de la escuela italiana y obispo de la ciudad de Gante. Seriamente enfrentado por aquella razón con el maestro de armas Gerardo Morrine, lo retó a duelo que logró interrumpir a tiempo el deán del cabildo. Después de ser debidamente instruidos por maestros italianos subalpinos, el cetro de la esgrima paso finalmente a Francia, donde los maestros organizados en gremios terminaron eclipsando a los italianos y cada regimiento llegó a tener su propio instructor. Los duelos también fueron numerosos en Francia, pese a la drástica persecución a la que los sometió Richelieu. En época de la revolución, Agustín Rousseau maestro francés de esgrima de los hijos de Luis XVI, fue ejecutado previo juicio en 1794, al parecer por esa sola razón, ya que la orden de arresto decía: “Rousseau maestro de esgrima de los hijos de Capeto”. **)

Dice que la esgrima del siglo XIX anterior a 1830 se caracterizó por su gracia, donaire, eficacia y belleza, pero a partir de esa fecha si bien hubo buenos tiradores ya no hubo estilo o escuela. Cita entre los grandes maestros franceses del siglo XIX a Bertrand y sus ocasionales contendientes Lafaugere y Lozés, los Mérignac, padre e hijo y Pons; y entre los duelistas al diputado y polemista Cassagnac, famoso por su frialdad en combate y a Rochefort, nervioso pero igualmente eficaz. Relata el enfrentamiento en la pedana del barón San Malato con el maestro francés Luis Mérignac (hijo), quién lo derrotó alcanzándolo con el botón de su espada en once oportunidades, frente a solo una vez del italiano. A poco y a raíz de un comentario despectivo, se batió a duelo San Malato con Pons, quién lo hirió levemente.

Señala que la esgrima fue por entonces una preparación para un eventual o inevitable duelo, aconsejándose por tanto a los tiradores la práctica del florete y la espada, o solo la espada sin no se disponía del tiempo suficiente. Considera como arte superior la esgrima del florete por sobre la espada, ya que aquél exige cualidades físicas, morales e intelectuales que obligan al cuerpo y al espíritu a ponerse en tensión, describiendo movimientos plásticos, armoniosos y variados que permiten definir dicha esgrima como un juego de ajedrez en acción. Desde el punto de vista de la salud física o higiene, ambas practicas conducen a la enfermedad de la varice o ensanchamiento de las venas de las piernas, siendo a este respecto preferible la esgrima del palo bastón que obliga a movimientos armoniosos y paralelos del cuerpo, haciendo circular la sangre sin que se agolpe en las piernas. Es el golpe del pie en el ataque, lo que produce en el tirador de esgrima, tarde o temprano la dilatación de las venas. 4)

Señala por fin que el duelo tiende a desaparecer por el ridículo que sobre el ha caído, así como por el progreso de las ideas de justicia y equidad en el mundo. Perseguido por una legislación draconiana fue finalmente extirpado con éxito en Inglaterra donde los duelos eran mortales, siguiéndola por ese camino Bélgica e Italia. Dice que en Suiza y Alemania se les permite el duelo a los estudiantes, que solo se desfiguran el rostro protegiéndose adecuadamente el resto del cuerpo. 5)

  

Referencias:


1)     Diomedes, rey de Argos . Héroe de la guerra de Troya o Ilión, que supuso el enfrentamiento entre griegos y autóctonos, considerada la victoria de la Edad de Hierro sobre el bronce. Vid Homero (el ciego), poeta griego a quién se atribuye “La Iliada” poema épico de 24 cantos y “La odisea” que relata el regreso de Ulises u Odiseo a Itaca,
2) Hoplita: (del griego hóplon) con el significado de instrumento o arma. También soldado griego portador de armas pesadas. De allí hoploteca o depósito de armas.
3) La sica dió origen a la palabra sicario con el significado de hombre hábil con el cuchillo y no asesino a sueldo como equivocadamente se lo interpreta hoy. Fueron los legionarios romanos los que llamaron sicarios a los patriotas tracios que resistieron la invasión, por su habilidad en el manejo de la sica.
4) La comprensión acabada de un manual de esgrima requiere no solo su lectura sino la práctica de la misma, atento a su complejidad y a la dedicación que por ello requiere. A modo de ejemplo mencionaremos que Heraud y Clavijo de Soria considera a la espada el arma de esgrima por excelencia, aunque dice que la moda ha hecho que caiga en desuso y solo se tire en los salones sable y florete. Describe a la espada de taza y “gabilanes” de aquél tiempo compuesta de hoja de sección triangular y guarnición, observando en la primera el fuerte o punto de apoyo, el medio de proporción y la punta o flaqueza y presentando la guarnición: taza, gavilanes, puño y arco. Entra luego en materia a través de 55 apretadas páginas con ilustraciones (mas otras 10 que dedicará a la esgrima de la espada con daga de mano izquierda), las que abarcan: saludos, guardias, posiciones de la mano y el brazo, 7 estocadas  llamadas 3°, 4°, 5°,7°, 9° y acigos también conocida como 2° o de noche (por ejecutarse en duelos nocturnos) y flanconada, puntos corridos, tiempo, transferida, semicírculos, circulo entero, batir el hierro, 5 cuchilladas consistentes en cortes y reveses según sean dados de derecha a izquierda o de izquierda a derecha, quites, paradas, contra paradas, atajos, desarmes y hasta conclusiones consistentes en tomar con la mano izquierda la muñeca o la taza de la espada del adversario, amenazándolo con la punta de la propia y poniendo así fin al combate. La primer estocada se llamaba 3° por cuanto 1° y 2° se asignaban respectivamente a los tiempos para desenvainar y ponerse en guardia. La estocada acigos recibía su nombre de la artería homónima situada bajo el sobaco y a la que iba dirigida la punta. Hoy día la espada de esgrima solo hiere de punta, siendo válido el doble golpe y no siendo necesario eludir previamente la acción del adversario, estando siempre provistos los tiradores de peto, careta y guantes. La esgrima del sable era igualmente compleja, contando también con 5 cortes y reveses y solo dos estocadas llamadas 3° y 4°, cuya ejecución suponía un grave riesgo para el tirador o el duelista en su caso.
5) Sobre el mensur (de mensura y por extensión acción de medirse frente a un adversario), practicado vgr. por los hermanos de las cofradías estudiantiles de la Universidad alemana de Heidelberg en Bade – Wurtemberg, puede consultarse el capítulo “Le sabre de duel des étudiants allemands” en la obra “Les Armes Blanches Modernes” de Christian–Henry Tavard, publicada por Balland de Paris en 1971. Dichos combates son considerados como una etapa intermedia entre el antiguo duelo y la esgrima deportiva moderna y en concepto de un profesor “no son más peligrosos que un match de box o una carrera de automóviles”, sin perjuicio del “schmiss” o cicatriz en el rostro que permanecerá para siempre, y que en otro tiempo significó un timbre de honor.

Llamadas:

*) Posible referencia a la taza de la espada, ya que gánigo es un vasija de barro originaria de las Islas Canarias.
**) Por el rey francés Hugo Capeto (987 – 1048), quién inició la sustitución de los carolingios por los Capetos que reinaron por siglos en Francia.

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lunes, 7 de noviembre de 2016

La espada en la actualidad



Bibliografía: “La espada en la actualidad” por el Capitán de Caballería Luis Carvajal. Marqués de Puerto Seguro. 1) Dedicada por el autor al Arma de Artillería. Impresa por Artes Gráficas Mateu. Paseo del Prado 30. Madrid, 1910.

Comprende un estudio preliminar y III partes en 76 páginas e información gráfica compuesta por 72 láminas consistentes en fotocromolitografías, tomadas del natural de la colección propiedad del autor. Ejemplar dedicado y firmado por Luis Carvajal, Marqués de Puerto Seguro. 


                                                         por José Luis Mignelli



“…que el poeta, con su fantasía y genio, cante himnos á ese pedazo de metal que inmortalizó á Ciro, á Alejandro, Pirro, Aníbal, los Escipiones, Julio Cesar, Carlos Magno, Federico y Napoleón, …”



                                           Luis Carvajal. Marqués de Puerto Seguro



 Al abordar un comentario sobre esta obra, es preciso considerar ab initio que debió ser concebida y escrita por el autor, a fines del siglo XIX o al despuntar mismo del XX. De ahí que en la introducción preliminar, este señale la circunstancia ineludible del combate cuerpo a cuerpo con armas blancas; señalando que el paso de manufactura artesanal a fábrica en la producción de aquellas, simplificó el trabajo, brindando cantidad, calidad y economía, al relegar arte y ricos materiales a tiempos pretéritos.

Carvajal deriva espada (spatha, épée, sword, schwert y degen, spada), del vascuence “ezpata”, de donde habría sido tomada luego por el latín bárbaro, el español y el griego. Sugiere, que ezpata pudo derivar de ezpaitá, que significa controversia, disputa o pendencia que puede llegar a dirimirse por la espada. 2) Sin omitir destacar la abundante aunque incompleta y fragmentaria bibliografía existente sobre el tema, describe a la espada, incluyendo la terminología equivalente en otros idiomas, como arma compuesta esencialmente de hoja y empuñadura. Distingue en la primera: la punta (spitze y ort, pointe, point), la espiga (soie, angel) y el talón (talon, absatz). En la segunda: el pomo (pommeau, knauf, knob o pommel), el puño (fusée, hülse, spindle), las guardas (gardes, parierstangen stichblaetter, hilts), las contraguardas (contregardes, hinterparierstangen, arrière-hilts) y los brazos (quillons, grosse garde quer – parierstangen, right-hilts). Complementariamente apunta que: patillas (pas d'âne), escusón (écusson, schild), acanaladuras o canales de la hoja (évidemants, blutrinnen), y guarniciones en forma de cesta o en concha, son solo partes accidentales y no esenciales de la espada, pudiendo o no estar presentes conforme a su diseño. Acota por fin a su descripción, que el castellano no posee una palabra propia “genuinamente española” como la francesa “talon”, para designar a esa parte de la hoja; así como “empuñadura y puño” equivalentes y de uso indistinto en nuestra lengua, no lo son en francés que distingue con precisión esos conceptos bajo los términos “poignée y fusée.”


Espada sable modelo Puerto Seguro
para oficial de caballería

Considera el autor como antecedente de la espada a los primitivos instrumentos de corte, filo o corte y filo de la Edad de Piedra, realizados con tibias y cúbitos de animales o trozos de sílex, diorita o cuarcita; núcleos que por su naturaleza no podían alcanzar la mayor longitud exigida por aquella sin riesgo de quebrarse. Señala asimismo la exigua cantidad de armas de cobre existentes en los repositorios, circunstancia que atribuye a su posterior refundición en bronce, a partir de la aleación de aquel metal con el estaño. Estima en definitiva como remoto antepasado de la espada, al cuchillo, el puñal y la lanza, siendo esta última a su juicio el primer intento del hombre por alejar la punta del arma blanca, de la mano que la empuña.

Aborda Carvajal el tema de la espada en la antigüedad, recordándonos que si bien existieron espadas cortas como las de misericordia y las rhambas *) los romanos disponían de una espada larga de punta conocida como gladius, acompañada de una corta consistente en el puñal o pugio. Al respecto dice que fue Vegecio 3) quién distinguirá más tarde entre spathas o gladios mayores y semi spathas o gladios menores. Anota asimismo entre los romanos el término ensis, alusivo a un puñal que databa en su origen de la Edad de Piedra, así como la adopción por estos de la espada ibérica, provista de ancha y corta hoja de apenas 40 cm. y punta cortada formando un ángulo de lados muy abiertos, que en tiempos de César se agudiza. La espada romana no permanece uniforme en el tiempo; bajo Trajano se alarga y bajo los Flavios presenta un solo y agudo filo.4)

Para el marqués de Puerto Seguro la mayor proporción en tipos y perfección de espadas correspondió a Europa, a través de germanos y francos y la menor, pese a su vasta cultura a Egipto y pueblos orientales. Menciona como principal y casi única espada de los egipcios al khopesh (o muslo), consistente en su forma más básica en una cimitarra en forma de hoz, con empuñadura de madera o cuerno; y al sable largo de hoja curva derivado de aquél, arma de guerra que atribuye a los antiguos egipcios, del que solo se conservan en los museos modelos en madera provenientes de consagraciones funerarias. Describe por fin una suerte de puñal hallado en Tebas con hoja de duro bronce y acanalada, provista de empuñadura con asta y marfil, y orificios destinados a albergar los dedos pulgar e índice.

Establece Carvajal un orden de prelación respecto a proporción y variedad de espadas en los pueblos de la antigüedad, que ordena ubicando en un primer grupo a: germanos, griegos y escandinavos, y solo a continuación: romanos, egipcios, galos, etruscos, babilonios, caldeos, asirios y persas.

Respecto de América, observa que la espada mexicana en el siglo XV era todavía de madera, provista de “filos de obsidiana ó espejo de los incas”, variedad esta última de roca volcánica. Permanecían por tanto en la Edad de Piedra en tiempos de la conquista respecto de sus armas ofensivas, aunque utilizaron oro y bronce en los medios defensivos.

A su juicio el primer antecedente histórico relativo al hierro, fue su estima como metal precioso destinado a la fabricación de la espada. Ésta alcanzará su grado más perfecto en el siglo XIII y su época más brillante en el XVI. Describe a la espada posterior a la octava centuria como arma de gran belleza y noble por excelencia, provista de excelente temple y gran dureza, secreto artesanal que se habría perdido por largo tiempo. Se caracterizó por poseer no más de un metro de longitud, cruz de gavilanes rectos y pomo redondo u oval, con hoja de doble filo, un canal central para aligerarla y punta redondeada, ya que estaba destinada a herir de filo. En el siglo XII la empuñadura se alarga y es capaz de albergar una o dos manos, la hoja está vaciada a dos mesas y su punta ojival por la confluencia de los filos es a veces aguda. A partir del siglo XIV el caballero incorpora una segunda espada, la que posee pomo en forma de disco vertical, hoja estrecha aunque ancha en el talón, sección romboidal y dos mesas separadas por una arista que la hace fuerte y rígida. Sostiene que la espada de la Edad Media se caracterizó por su extrema sencillez y ausencia casi absoluta de ornamentación, consistiendo su única riqueza en la calidad del forjado.

Nos introduce a continuación Carvajal en el siglo XVI, en el que la espada experimenta notables cambios, que para algunos autores es signo de progreso y para otros señal de decaimiento, cuando nada útil o sustancial aportan a la misma. Frente a la empuñadura de gavilanes rectos en forma de cruz latina, o levemente inclinados hacia la punta de la hoja, característicos de la Edad Media, l’épée belle incorpora el lazo en resguardo de la mano que la empuña, consolida el pas d’âne (o patillas, que hoy llamamos brazos inferiores de la guarnición), el recazo (como porción diferenciada de la hoja en el que se afirma la mano), así como puentes, guardas, contraguardas y vástagos. Gavilanes diferenciados por su función de guarda y contraguarda, de los cuales el primero se vuelca hacia una hoja plana, provista de doble filo y aguda punta; y el segundo asciende hacia el pomo soldándose a veces con él. Hojas y empuñaduras presentan ocasionalmente la “prise de pouce”, agujero destinado a apoyar y presionar con el dedo pulgar, completándose así un conjunto dispuesto “casi siempre en forma de cuna o cesta.” La daga de mano izquierda, que a veces acompañó al caballero armado de rapier, presentaba empuñadura semejante a la de la espada y hoja provista de uno a cuatro filos. Se la utilizó en forma complementaria con aquél, alternando su uso con un pequeño escudo o rodela, en los llamados combates de armas dobles. La rapiera, cincelada a veces por finos artistas como Durero y portada por caballeros españoles e italianos, evoluciona en España hacia la espada de taza con reborde, a veces calada con el fin de trabar, torcer o despuntar la hoja del adversario; compartiendo su espacio con espadas de cruz sencilla, doble juego de gavilanes o estilo árabe con el arriaz en forma de herradura. Todas ellas serán finalmente desplazadas por una espada de hoja ligera, flexible y sección triangular, llamada incorrectamente carrelet **) en la última parte del siglo XVII. No siendo apta para el combate, aunque si para el duelo, reinará durante todo el siglo XVIII y será recordada por esa razón como espadín dieciochesco. Una variedad de la misma fue el “colichemarde” 5) con el forte o primer tercio de la hoja visiblemente ensanchado. El puño del espadín podía ser de bronce, plata, marfil, ónix, cornalina y aún de porcelana de Saxe. Cuando la taza (destinada a parar los golpes), era también de este último material, no fueron consideradas armas y se las llamó por esa razón “des excuses”, ya que no eran aptas para aceptar un lance entre caballeros. Señala el autor que la caballería de Europa occidental portaba en los siglos XVII y XVIII la espada walona, con hoja recta y de doble filo, así como la claymore escocesa, también de hoja recta aunque provista de uno o dos filos, más una veintena de barras de acero que formando una cesta o canasta, protegía la mano del que la esgrimía. Recuerda asimismo Carvajal como armas de infantería, al montante o espada de dos manos, utilizada todavía por los suizos en la segunda mitad del siglo XV; y a los estoques benditos o papales con que eran obsequiados los caballeros, asimilables a aquél.

Considera el marqués de Puerto Seguro a la lanza como el arma peculiar de la caballería, señalando que solo cabría reemplazarla (circunstancia por la que aboga), por una espada cuya hoja posea señaladas características y que son: larga, recta, poco flexible (es decir relativamente rígida), ligera y bien manejable, no requiriendo así la fuerza y estabilidad en el combatiente que exigen la lanza y el sable. Instrumento este último al que describe con guarnición de hierro o cobre y al que considera arma militar por excelencia derivado de la cimitarra, con cuya adopción se buscó a la vez solidez y economía. Señala que fue el sable (sabel y saebel, sabla, sabre, saber) el arma de los Dacios***) en tiempos de Trajano, considerándolo sin perjuicio de lo expuesto: “la última decadencia en la fabricación del arma blanca.” Sostiene por fin que las espadas de hoja recta reúnen mejores condiciones mecánicas para la acción punzante que las curvas, y tienen por tanto superioridad técnica sobre aquellas. La elección de Carbajal por una espada sable de hoja recta, es coincidente con la tendencia que se insinuaba en el mundo por aquella época. ****)

No disimula el autor su desdén por las armas curvas de los pueblos orientales, señalando que habrían sido los cruzados los primeros en enfrentarlas, sin haber recibido una impresión favorable de ellas. Prueba de esto fue que pudiendo haberlas adoptado como segunda arma, mantuvieron sus dos espadas de hoja recta (una para corte o filo y otra para usar de punta), propias de los pueblos del Norte. Al parecer vieron en lo curvado de las hojas un reflejo de sus desvíos en materia religiosa, señalando que dicha curvatura era exagerada por los artistas en sus obras pictóricas, a fin de acentuar en forma gráfica dicho desvío. Caballeros de la Europa oriental (polacos y húngaros), fueron los primeros en introducirlas, pero solo fue a partir de la Campaña de Egipto, que estas llegaron a aceptarse en Francia de la mano de los generales consulares y del primer Imperio. Partiendo del hecho histórico de que la mayor parte de las espadas observaron forma recta, concluye Carvajal que las curvas de importación oriental, constituyen “signo ó caso de degeneración de aquellas”. Así mismo que su gran masa en el último tercio, acentuada curvatura y extraordinario filo, obedecían a la intención deliberada de mutilar al adversario. Igual menosprecio revela el autor por las medias espadas, el puñal y el cuchillo bayoneta cuando está desprovisto de su astil, a las que por su facilidad de ocultamiento considera armas viles, propias de asesinos, y excluidas por razones de honor del campo de batalla.

Creador del afamado modelo que lleva su nombre, 6) todavía reglamentario en España en sus distintas variantes, no pudo prever el Marqués de Puerto Seguro, que a poco de la publicación de su obra, se iniciaría la Gran Guerra en la que puñales de trinchera, machetes y cuchillos bayoneta, jugarían un papel destacado en los bandos contendientes.

La evolución de la caballería blindada, que puso fin a la contienda, relegaría cada vez más a la espada a un nuevo papel, solo como símbolo del poder militar.


Referencias:

1)    Luis María de Carvajal y Melgarejo. XII° Marqués de Puerto Seguro y Grande de España (1871 – 1937). Autor de “Cosas de Espadas” (1904) y “La espada en la actualidad” (1910),

2)    Cita el autor en su apoyo al Diccionario Trilingüe Larramendi.

3)    Flavio Vegesio Renato. Escritor romano del siglo IV, autor de “Epitoma Rei Militaris” y de la máxima “Si vis pacem para bellum.”

4)    Marco Ulpio Trajano (53 D.C. – 117 D.C.) Creador de la dinastía Antonina, sucesora de los Flavios y emperador entre el 98 y el 117 D.C. La dinastía Flavia (69 D.C. – 96 D.C.) fue iniciada por el general y después emperador Tito Flavio Sabino Vespasiano (69 D.C. – 79 D.C.). Al frente de las tropas romanas cuando la insurrección de Judea, lo sorprendió el suicidio de Nerón en el año 68, siendo finalmente proclamado emperador por las legiones de oriente en el 69.

5)    Recibe su nombre de la deformación francesa del apellido de su inventor, el conde sueco John Philipe Konigsmark, que el autor llama Koenismark.

6)     Se ha dicho que la espada sable de Puerto Seguro modelo 1907/ 18, pudo estar inspirada en una hoja de espada francesa modelo 1896, para dragones y coraceros. Asimismo que fue desarrollada sobre la base de las guarniciones concebidas por el Tte. Cnel. Valdés y cachas de madera segrinada diseñadas por el Capitán de Artillería Robert. Bernardo Barceló Rubí describe con detalle cinco modelos de espada sable Puerto Seguro bajo los números 53/57, destinados respectivamente a: soldado de caballería, oficial de caballería, oficial de infantería, oficial de artillería y resto de las armas. Conforme a cada modelo, las cachas cuadrilladas son de nogal, pasta o caucho duro. (Vid B. Barceló Rubí. Armamento Portátil Español, 1764 – 1939. Librería y Editorial San Martín. Madrid, 1976).


Llamadas:

*) Es curioso encontrar el término misericordia aplicado a la espada, ya que siempre se lo consideró un puñal destinado por los caballeros de la Edad Media, para dar el golpe de gracia a los moribundos (quitapenas), y por otros autores un arma utilizada por malhechores. Iguales conceptos en cuanto a la naturaleza del arma, podría merecer la inclusión de la rhamba, aunque el historiador griego Polibio (201 - 120 A.C.), autor de una Historia General de la que solo se conservan 5 tomos, la habría mencionado como puñal o espada corta.  
**) Presumiblemente por su sección triangular y no cuadrangular como la del florete.
***) De la provincia romana de Dacia a orillas del mar Negro, en parte de las actuales Moldavia y Rumania.
****) De las 72 fotocromolitografías que reproduce el autor, poco más de una veintena presentan hoja recta.

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