viernes, 24 de octubre de 2014

Las fábricas de armas blancas durante la Guerra de la Independencia. ¿Fue la espada de Artigas forjada en Caroya?


 por José Luis Mignelli   



“Es una vergüenza, es un desdoro que los Oficiales de este Ejército ni los Sargentos tengan 

un espadín, una espada o un sable.

Porque no hay dónde comprarlas.

Y es indispensable que V.E. se sirva ordenar que a la mayor brevedad se me remitan 200

de  estas armas  -  para que se cumpla esta falta  - que yo cuidaré que se le descuente a los

Oficiales el valor de las que reciban.”


Manuel Belgrano al Gobierno Superior Provisional de las Provincias Unidas. 
(Campo Santo,  5 de mayo de 1812)                                                 


“… tengo el singular honor de poner en manos de V.S. dos espadas sables, con sus correspondientes vainas y guarniciones doradas.
El uno de ellos se halla por las sabias, juiciosas y bien pulseadas determinaciones de V.S., destinado al General Oriental, Don José de Artigas”…

Manuel Rivera a  José Javier Díaz. (26 de Julio de 1815)


Con la firme determinación de proveer a los ejércitos de la Independencia con armas, pólvora y cartuchería en el interior, los primeros gobiernos patrios habían decidido la instalación de una fábrica de fusiles en Tucumán, y otra de pólvora en Córdoba. A éstas se sumaría a la brevedad, una fábrica de armas blancas, anexa a la de Tucumán, comisionándose al Cnel. D. Manuel Rivera (c. 1764 – 1824) 1)  en calidad de encargado de la misma y colaborador de Belgrano (1770 – 1820), para que “metodice, adelante y perfeccione el trabajo” en la de fusiles. 2)  Prueba de ello fue la aprobación y devolución a vuelta de correo el 27 de Diciembre de 1813, por parte del gobierno de Buenos Aires, de una espada forjada en dicho establecimiento, con la instrucción de que se le agreguen dos dedos mas de largo, a las que se hicieren  en el futuro. En esa oportunidad, también se solicitó a Rivera, realizar el máximo esfuerzo en  organizar el  traslado de la fábrica a Córdoba, notificándose al Gobernador Intendente de esa provincia, D. Francisco Javier de Viana, después Ministro de Guerra del Director Posadas (1757 – 1833), para que contribuya  en  lo que esté a su alcance con el operativo de traslación, interesándose en sus progresos y adelantos. 3)

Fue el mismo Rivera quién a poco de visitar Córdoba en busca de lugares adecuados para las instalaciones, sugerirá Caroya o Altagracia, por la existencia en ellas de edificios donde albergarlas, así como por la abundancia de agua para abastecer la maquinaria. Poco después remitirá a solicitud del gobierno de Buenos Aires, “hojas templadas en el Río Caroya  y Altagracia” para su aprobación.

Decidida la ubicación en la antigua estancia jesuítica de Caroya viejo, 4) por entonces Convictorio del Colegio de Monserrat, cerca de Jesús María, se dará comienzo a la producción, previo aprovisionamiento de materiales y herramientas procedentes de la misma Córdoba y de Tucumán. A la designación de capellán, mayordomo y escribiente, se sumará una dilatada dotación de operarios, tales como: majadores, amoladores, bronceros, braceros, carpinteros, albañiles, plateros, talabarteros, etc., más un piquete de soldados a fin de custodiar  instalaciones y despachos.  El 13 de julio de 1815 ya remite bajo custodia al gobernador D. José Javier Díaz, 40 sables, entre ellos 4 corvos y 12 para oficiales, a cuenta de un total de 300 solicitados. Poco después, a 26 de julio, le comunica que entregó a don Francisco de Paula Pérez, la espada sable que se le ordenara construir para el General José Rondeau, Jefe de la tercera Expedición al Alto Perú. En la misma oportunidad también le hace saber, que ha puesto en manos del Rector del Colegio de Monserrat, ocasionalmente en viaje a Córdoba, la espada sable que le encargó para el Gral. Artigas y otra de obsequio para su persona. En el período histórico que nos ocupa, la gobernación de esa provincia pasaría sucesivamente de Francisco Javier de Viana, a  Francisco Ortiz de Ocampo y de este al Cnel. José Javier Díaz, cuya convicción por la causa federal y devoción artiguista, explican el obsequio. Había este asumido sus funciones con el título de Director Supremo y  Gobernador de la Provincia,  el  31 de marzo de 1815.


Fig. 1. La espada de Artigas según el dibujo de Grenón

Si bien un empréstito forzoso sobre el comercio cordobés que recaudó 19.000 pesos, habría permitido sobrellevar los primeros gastos y de instalación, desde su inicio y a través de su breve existencia (1814 – 1816), la fábrica sufrió serias carencias a causa de la estrechez de fondos del erario público, tanto nacional como provincial. El 13 de marzo de 1815 solicita Rivera al gobernador la suma de 3.000 pesos, a fin de poder dar comienzo a la producción, llegando el mismo director en oportunidades a comprometer fondos propios en el desempeño de sus funciones. Con fecha 27 de octubre de 1815, enviará Rivera a Buenos Aires por intermedio del Tte. Cnel. Matías Usandivaras, una espada de caballería para el Director Provisorio, circunstancia que motivó una requisitoria del Ejecutivo Nacional al gobernador de la provincia, acerca de los valores de las mismas. Las espadas de caballería  fueron  cotizadas en esa oportunidad a  un precio máximo de 10 pesos por unidad  y las de infantería entre 7,50 y 8, advirtiendo Rivera que no se encarguen, sin proveer anticipadamente los auxilios necesarios “en forma mensual y puntualmente con los ya vencidos.” Fueron frecuentes las deserciones de operarios por falta de pago de los salarios, circunstancia esta última que alcanzó al propio Rivera, así como una reducción de los mismos a un tercio de lo estipulado. El mismo director con vistas a optimizar la economía, había sugerido la supresión de los puestos de mayordomo y escribiente, sugiriendo crear en su lugar una Tesorería. El 19 de noviembre de 1815 solicitará al gobierno provincial una carreta y cajones, para el embalaje y despacho, de un lote de sables terminados y el 16 de enero de 1816  dejará asentado en el Libro de Contaduría, la compra de una carretilla por 46 pesos, a fin de cumplimentar el envío de 150 sables de caballería con sus correspondientes biricúes para el Ejército del Norte. Dos días mas tarde sin embargo, se le ordenará suspender todo trabajo, levantar inventarios de herramientas, materia prima, armas terminadas y en curso de producción y conducir a la postre instrumentos, máquinas y demás enseres a Buenos Aires. Parte del acero existente, fue sacado a remate o dado en pago por orden  del Directorio, a fin de satisfacer deudas y salarios atrasados. Rivera marchará por fin a Buenos Aires en compañía del maquinista Enrique Kalke y del maestro lustrador Antonio Semik, observando la mayor economía en el empaquetamiento y gastos de viaje, de todo lo cual debía “presentar relación instruída al Ministerio de Guerra.” A partir de entonces las armas blancas solo se producirían en Buenos Aires. Conforme a una resolución del Ministerio de Guerra del 20 de Enero de 1816, suscrita por el Director interino Ignacio Álvarez Thomas y por Tomás Guido, una docena de espadas de caballería forjadas en “los primeros ensayos”, resultaron de tan buena hechura “que su temple y finura haría honor a las fábricas mas acreditadas de Europa”. Ello motivó su exposición en la Sala de Armas de la Fortaleza, así como el ascenso de Esteban de Luca al grado de Sargento Mayor de Artillería y Director de la Fábrica de Armas del Estado, premiando a su colaborador D. Juan de la Cruz Tejada, con un sueldo de 90 pesos mensuales y el cargo de Maestro Mayor de Fraguas. La fábrica  contó con nueve de ellas, de las cuales cuatro estaban destinadas a la producción de bayonetas de cubo. Estuvo ubicada en las proximidades del solar que ocupa hoy el Palacio de Tribunales, zona conocida entonces como el Hueco de Zamudio  y cesó definitivamente en  su actividad en 1822. Señala Armando J. Frezze que su primera producción data de 1811 y consistió en 281 bayonetas. 5)

 Los historiadores Pedro Grenón S. J. 6) y Efraín U. Bischoff  7) se han ocupado extensamente y con acopio documental de la Fábrica de Caroya, así como de la espada de Artigas, la que descansa hoy en el Museo Histórico Nacional de Uruguay en Montevideo. Fue el Mayor Leandro Gómez (1811 – 1865), después  héroe y mártir de Paysandú, quién la habría encontrado en 1842 en una armería de Buenos Aires, con su hoja y vaina quebradas y soldadas; “a remache con dos clavos” y “a plomo”, a 25 y 45 cm. de sus extremos respectivamente. En ocasión del traslado de las cenizas de Artigas (1764 – 1850), de Asunción a Montevideo en 1856, Gómez obsequió la espada al presidente Gabriel A. Pereira (1794 – 1861), cuya viuda la donó al repositorio en 1876. Se ha discutido reiteradamente si Artigas estuvo por algún tiempo en posesión del arma, registrándose al respecto posiciones encontradas. El Acuerdo del Ministerio de Guerra, de fecha 12 de Noviembre de 1816, resuelve  la cuestión en sentido negativo. En él puede leerse: “Acordó su S.E. prevenir a Dn. Manuel Rivera depositase en la Sala de Armas, el sable construido en Córdoba  para el Jefe de los Orientales Dn. José Artigas.”

Grenón se ocupa de la espada en dos lugares de su obra publicada en 1933. Lo hace entre las págs. 60/65 y 109, 106 y 108 respectivamente, pero abordando su descripción y mensura en tres oportunidades, con variada fortuna, en forma repetitiva y ocasionalmente contradictoria. Señala al principio que la espada es recta y de acero,  midiendo 71 cm. y la vaina 89; que la empuñadura provista de guarnición de bronce cincelado es de madera, de 1.350 ? mm. (sic), y que en el anverso de la hoja se lee en cursiva inglesa: “Córdoba (sic) independiente a su Protector” y en el reverso: “General Don José Artigas. Año de 1815”.  Continúa diciendo que el anverso de la vaina observa la leyenda: “Córdoba (sic) en los primeros ensayos a su Protector el inmortal Gral. Artigas. 1815”. Abunda luego en un  dato sustancial que omitirá Bischoff  años después,  para señalar a continuación que conforme a datos y dibujos facilitados por el Director del Museo de Montevideo, Sr. Telmo Manacorda y el dibujante C. W. Aliseris, realizó un dibujo mensurado de la espada (fig. 1), circunstancia que motiva una segunda descripción. Dice ahora que la hoja es de acero, de forma recta, tipo español y que mide 82,50 cm., asigna a la empuñadura 227,50 (¿mm?) y a la longitud total 1,05 mts. Describe a la hoja provista de un solo filo, punta, 36,00 mm. de ancho en la parte superior, 30,00 mm. en la media y 20,00 mm. en la inferior, presentando además una hendidura o váceo (sic). Continúa con el detalle de la empuñadura, señalando que es de madera negra y alberga nueve hilos de bronce (¿torzal o alambrado?), faltando el primero de ellos. Dice de la taza que es de bronce cincelado, estilo español clásico, con un sol y una cabeza de león coronada con un  gorro frigio, que se asemeja a un gorro de manga con  sus borlas cayendo a la izquierda. Asigna a la espada un peso total de 1050,00 grs. y a la vaina de metal dorado 600,00 grs., registrando esta última un ancho de 4,50 cm. en la parte superior  y 3,00 cm. en la inferior. Repite las leyendas en la espada y su vaina, omitiendo nuevamente “el”, en la correspondiente al  anverso de la hoja.

Finaliza Grenón con una tercera y última descripción en la pág. 109, la que continúa a causa de un error de impresión de la edición, en las nro. 108 y 106, reiterando que se basa en el dibujo de Aliseris y en datos suministrados por Manacorda, según comunicación oficial nro. 368/ 1933. Dice por fin que el largo total de la espada es de 105,00 cm., 22,50 cm. mide  la empuñadura y 82,50 cm. la hoja de acero, que es de  forma recta y tipo español, con 36,00 mm. de ancho en la parte superior, 30,00 mm. en la media y 20,00 mm. en la inferior. Esta provista de un filo y una hendidura (sic), que no llega a la punta y que ocupa solo tres cuartas partes de la misma. La empuñadura es de madera negra, con un espiral de bronce de 9 vueltas, faltando la primera. La taza de bronce cincelado, tipo español, con un sol y una cabeza de león tocada con un gorro frigio o de manga con sus borlas cayendo sobre la izquierda. La vaina en metal dorado es de tipo español, con guarniciones de bronce, a la que agrega ahora ojal y contera (suministrando las dimensiones de las dos últimas y asignándole 1,00 cm. al ojal 3,00 cm. al ancho de la contera y 1,50 cm. al largo de la misma), dos argollas de bronce para suspensión y un peso total de 600 grs. Repite el texto de la leyenda en el anverso y reverso de la hoja, escribiendo como esta grabado Córdova con “v” corta y agregando el artículo determinante “el” al final de la cursiva, que sirve de enlace con la frase del reverso. La leyenda en el frente de la vaina termina ahora con una rama de laurel y en el reverso  menciona la existencia de un dibujo de escamas que se alargan en su terminación. Es extraño que Grenón no haya suprimido en las pruebas de galera (si las hubo), sus dos primeras descripciones, dando a la estampa solo la última, si la estimó definitiva.



Fig. 2. Reproducción de la espada forjada en Caroya
para el general don José Gervasio Artigas

Creemos que el sacerdote jesuíta acierta con la longitud de la empuñadura en la primera de sus descripciones (presumiendo que se refería a 135,00 mm.), ya que 22,50 cm. se corresponden  con un mandoble o con una espada de mano y media, pero no con una espada sable  del siglo XIX; no acertando a nuestro juicio con ninguna de las longitudes asignadas a la hoja. De hecho en su buen dibujo,  anexo a la segunda descripción, en el que asigna 105,00 cm. al largo total de la espada, 22,50 cm. a la empuñadura  y 90,50 cm. a la vaina (omitiendo toda referencia al largo de la hoja), se observa una empuñadura pequeña y proporcionada en relación con el resto del arma. Una hoja de 71,00 cm. parece excesivamente corta y una de 82,50 cm. también lo es en relación a la longitud de la vaina, la que sobrepasaría el largo de la hoja en 8,00 cm. Esto no debería suceder con una vaina hecha a la medida, sino cuando la original es reemplazada por otra en calidad de substituta. Por otra parte en su dibujo, la vaina parece exceder razonablemente en 1,00 o 2,00 cm. al largo total de la hoja.

Bischoff por su parte, se ocupa de la espada en la pág. 112 de su obra publicada por la Universidad  de Córdoba en 1966 (OC).  La describe siguiendo a Grenón en su primera descripción, con una hoja de 71,00 cm. de longitud, una vaina de 89,00 cm. y una empuñadura de 135,00 mm. A poco sin embargo, le asigna 90,50 cm. al largo de la vaina, entrando en contradicción con un dato propio inmediatamente precedente. Ambas medidas, arrojan una diferencia desproporcionada entre el largo de la hoja y el de la vaina, de 18,00 cm. y 19,50 cm., respectivamente. La ilustración de la espada que acompaña el autor entre las págs. 64/65, bajo el título “Reproducción de la espada forjada en Caroya para el general don José Gervasio de Artigas” (fig. 2), exhibe una vaina que, por alguna razón, parece reflejar esa desmesura. Por último describe Bischoff las leyendas en las mesas o caras de la hoja, el anverso de la vaina y el dibujo del  reverso, escribiendo  Córdoba con “b” larga. Cita Bischoff como referencia de lo que expone, la pág. 109 de Grenón (OC), pero sus primeros datos corresponden a la primera descripción de ese autor de las págs. 61/62.

Dijimos que Grenón abundó en un dato sustancial omitido por Bischoff.  Este consiste en que la bigotera de la hoja lleva grabada en el anverso y “dentro de una cinta” (sic), “las letras LLARCY” a las que califica como “Marca de Fábrica” y en el reverso, dos cuños consistentes en un “sol heráldico” (es decir sin centro o rostro, por oposición al sol figurado y al sol naciente consistente en medio sol) y “una estrella de siete pétalos” (entendiendo que se refiere a una estrella de siete puntas, conocida como heptagrama o septagrama). Nótese que dice “letras” y no “palabra”,  lo que haría suponer que Grenón  pudo referirse a una sigla cuyo significado no sería  fácil  desentrañar. Si se tratase de un nombre  permitiría  preguntarnos: ¿pudo consistir la espada de Artigas en una hoja importada, solo montada y provista de vaina en el establecimiento de Córdoba?  Una respuesta afirmativa es lo probable. Dice Demaría (OC), que en la fabricación de fusiles a chispa, no existió un cuño que permitiera identificar un ejemplar enteramente hecho en Buenos Aires. Es posible que lo mismo ocurriera con las armas blancas producidas en Caroya. Ni siquiera la mera pertenencia de un arma al Estado estuvo debidamente acreditada, hasta la sanción de un decreto de la Provincia de fecha  24 de Diciembre de 1822, ya cesado el gobierno nacional a causa de Cepeda y de la anarquía del año XX. Por el mismo se dispuso que  Buenos Aires, debería grabarse en el casquillo que cubría el remache de la espiga en los sables, así como en la culata de las armas de fuego con una profundidad de 3 a 4 líneas. 8) La profusión de marcas observada en la espada de Artigas, consistente en una palabra y dos cuños, acrecientan por su extensión nuestras dudas. El forjado de la hoja se corresponde con la esencia misma del arma blanca y la documentación histórica acredita la producción de espadas en Tucumán, Córdoba y Buenos Aires, lo que supone sus tres etapas: forja, temple y revenido,  pero no parece ser este el caso. 9)

Por nuestra parte y sobre la base de las imágenes que acompañamos, describiríamos la pieza bajo estudio, como una espada sable de hoja recta, vaciada a una mesa y con vaceos en ambas caras que no llegan a la punta. Filo completo corrido al exterior y lomo corrido al interior, estimando la longitud de la misma en 88/89 cm. Carece en realidad de cazoleta, canasta o media canasta. Su guarnición parece simple aunque profusamente cincelada, compuesta de una rama principal y un crucero con double langets que remata en un galluelo. Es en principio, del tipo comúnmente llamado “de estribo”, con el aditamento de un lazo secundario que se bifurca al unirse con el arco,  proveyendo de  protección al dorso de la mano. Habitualmente se llama lado derecho del arma blanca al que presenta esa defensa, por lo cual correspondería adjudicar dicho nombre al de la mesa que lleva grabada la leyenda: “General Don José de  Artigas. Año de 1815” Posee pomo con monterilla corrida al interior hasta la virola y sin orejas, ostentando en la parte superior una cabeza de león con un gorro frigio “semejante a uno de manga con borlas”  y un sol emblema de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Dicho sol forma parte del brazo o  rama principal de la guarnición o esta incorporado a la misma y no aparece en la ilustración de Bischoff, como no aparece en el dibujo de Grenón, el escudete doble del lado derecho. El puño de la espada sable por su parte, presenta junquillo y torzal. (*)


  Referencias:

1)                 Conforme a las Tomas de Razón de marzo de 1807,  el extremeño Manuel Rivera fue Maestro Mayor de Armeros del Real Cuerpo de Artillería. Casado en Tucumán con Trinidad Indarte, fue también padre del controvertido poeta unitario José Rivera Indarte (1814 -1845), nacido en Córdoba un 13 de Agosto. Referido primero como “comisionado” y/o “encargado”, Rivera será designado oficialmente director de la fábrica el 18 de Noviembre de 1814.  Falleció en Buenos Aires el 1 de Diciembre de 1824.

2)                 El General Belgrano fue crítico respecto de la eficiencia de la fábrica de fusiles de Tucumán. En un oficio cursado por el prócer al gobierno de las Provincias Unidas en Buenos Aires, de fecha 3 de Junio de 1812, dice: “La fábrica de fusiles de Tucumán merece una atención particular y poner en ella un hombre que lo entienda; de unos cuantos fusiles nuevos que han enviado, se han reventado tres como granadas; las cajas a los primeros tiros se rajan; para las llaves no hay piedras que basten y tienen tanto fierro que muy bien podrían hacerse dos de cada una. Me he confirmado en lo que allí observé: que el vizcaíno (D. Francisco Joaquín Eguren) no es más que un practicón de fabricante de armas, sin entender palabra de mecánica,…” Poco después, el 18 de Junio de 1812 sostendrá “Las cartucheras que se hicieron para este ejército en Tucumán es de lo más malo que se pueda dar;…” Sin embargo en una comunicación posterior fechada el 27 de Noviembre de 1812, ya da cuenta al Gobierno que Rivera “esta entendiendo en el trabajo y economía de la armería.” Sostiene Demaría que la fábrica de Tucumán habría funcionado hasta 1819, utilizando con  la de Buenos Aires, hierro de Vizcaya y de Suecia en su producción. Los cañones eran forjados “a calda” y trabajados luego con mandril y barreno. La fábrica de pólvora de Córdoba voló en 1815 a causa de un incendio nunca aclarado y produjo durante su existencia pólvora gruesa para cañón y fina para fusil. En menor cantidad se produjo también pólvora en La Rioja, Santiago del Estero y Catamarca. San Martín por su parte, tuvo su propio laboratorio de pólvora en Mendoza. También se fundieron piezas de artillería en el Norte (obuses, morteros y culebrinas), por el Barón Eduardo de Holmberg  y a muy bajo costo. De ello dio cuenta Belgrano al Superior Gobierno de las Provincias Unidas, en una comunicación fechada en Jujuy el 23 de julio de 1812. (Vid. Rafael M. Demaría. Historia de las armas de fuego en Argentina, 1536 – 1852. Editorial Cabargón. Buenos Aires, 1972)

3)                 Conforme a un oficio fechado el 27 de diciembre de 1813 firmado por Juan Larrea, Gervasio Posadas, Nicolás Rodríguez Peña y Tomás de Allende. Por su parte Demaría (OC), hace referencia a la producción de armas blancas en Tucumán,  señalando que “La fábrica de Tucumán produjo también armas blancas, espadas y sables, que llamaron la atención de D. Tomás de Iriarte en 1818…” “Al parecer estas armas eran más de la especialidad de Rivera,…” El propio General Iriarte en sus Memorias dice: “en la maestranza se construían buenas hojas de espada de excelente temple; el general (Belgrano) quiso obsequiarme con una que mandó a hacer y montar con esmero, y en ella hizo grabar su nombre; yo conservé este presente hasta el año 20, en que lo perdí cuando fui hecho prisionero en las calles de Buenos Aires.” (Vid. Memorias del Gral. Iriarte. Textos Fundamentales. II Tomos. Selección y prologo de Enrique de Gandía. Tomo I, págs. 187/188. Compañía General Fabril Editora. Buenos Aires, 1962. Dice Bischoff  por su parte  (OC), que “a despecho de los inconvenientes, Rivera hizo por ese tiempo otro adelanto en la Fábrica, y logró hasta fabricar cuatro sables de caballería y cuatro para soldados de infantería. Al remitirlos, el 25 de Noviembre de 1813, hacía saber al Superior Gobierno, que era preciso trasladar la fábrica a Los Lules (pués las aguas de allí eran superiores), al igual que la de fusiles. Se comprometía a  fabricar (en Tucumán) espadas-sables de caballería, a diez pesos cada una y espadas de infantería a seis o siete”.  Muchos de los sables producidos después en Caroya, debieron ser copia del modelo inglés de 1796 para caballería ligera con guarnición de estribo (stirrup hilt), o de su versión prusiana, el más pesado Blüchersäbel de 1811, ambos dotados de una profunda curvatura aunque regular  y conocidos entre nosotros como latones. El primero había sido diseñado por el Brigadier Mayor John Gaspard Le Marchant (1766 – 1812) y producido por la firma Henry Osborn de Birmingham. El segundo recibía su nombre de un destacado líder prusiano, el Mariscal de Campo Gebhard Von Blücher Leberecht, Principe de Wahlstadt (1742 – 1819) y fabricado por las firmas espaderas de Solingen: Schimmelbush & Joest, Weyersberg y Schnitzler & Kirschbaum.

4)                 Sobre la Estancia de Caroya y su historia, puede también consultarse a Carlos Vigil, quién dice en lo referente a la fábrica: “Aumenta la importancia de esta propiedad el hecho de haberse instalado en ella en 1814 la primera fábrica de armas blancas del país, a cargo del maestro mayor de armeros perteneciente al Cuerpo de Maestranza de Artillería, don Manuel Rivera, comenzando a funcionar en junio de 1815.” “Se conservan aún las ruinas de la fragua y algunas piezas de las maquinarias del taller, así como el acueducto y el pozo donde se mezclaba el agua con los ácidos para dar dureza y elasticidad al acero.” Carlos Vigil. Los monumentos y lugares históricos de la Argentina. 2da. Edición. Pág. 147/148. Editorial Atlántida. Buenos Aires, 1959. Ricardo Piccirilli, F. Romay y Leoncio Gianello en su Diccionario Histórico Argentino (V Tomos. Ediciones Históricas Argentinas. Buenos Aires, 1954), también se ocupan de la instalación de Caroya a la que denominan: “Fábrica Patriota de Armas Blancas”.

5)                 Vid Armando J. Frezze. Enciclopedia de Cuchillería Argentina. Segunda edición de 50 ejemplares numerados y firmados. Edición del autor. Salta, 2009

6)                 Pbro. Pedro Grenón, S.J. (1916 – 1963). Sables Históricos. Archivo de Gobierno. Documentos Históricos. Talleres Gráficos de la Penitenciaría. Córdoba, 1933. En la portada de este libro el nombre del autor figura como P. Grenón, pero en el decreto adjunto autorizando su publicación, firmado por Frias y Agulla, figura como Reverendo Padre  Nicolás  Grenón SJ, siendo en realidad Pedro su verdadero nombre de pila.
Bajo el título Fábrica de Espadas en Córdoba (Págs. 23/53), reproduce Grenón importantes documentos oficiales sobre la historia del establecimiento.

7)                 Efraín U. Bischoff (1912 – 2013). La espada de Artigas. Universidad Nacional de Córdoba. Dirección General de Publicaciones. Córdoba, 1966

8)                 No es frecuente encontrar marcas de fábrica en la documentación sobre gran parte del armamento llegado a nuestras costas, durante la Guerra de la Independencia, desde el primer arribo acaecido en marzo de 1812. En general los despachos hacen referencia a fusiles de chispa de primera o  buena calidad con o sin sus bayonetas, sables comunes de caballería, sables finos para oficiales, etc. En una relación de 69 fusiles llevados a reparación pertenecientes al Cuerpo de Granaderos de Infantería encontró Demaría (OC) excepcionalmente, una referencia a una cifra o monograma conteniendo las letras R y D y correspondiente al parecer a la firma R. Davenport de Birmingham (circa 1800). Distinto fue el caso de los provenientes de manufacturas reales o imperiales francesas, tales como Charleville, Versailles, St. Etienne, Tulle y Mutzig. En cuanto a los fusiles con marcas del Arsenal de Springfield (USA), no siempre procedían de dicho arsenal, sino de contratistas privados, pudiendo llevar estampado o no el nombre del verdadero  fabricante. Los procedentes de Inglaterra podían presentar las marcas reales GR (George Rex),  alusivas a Jorge III°, o la palabra Tower en la platina, referente a la inspección a que eran sometidas las llaves de chispa en la Torre de Londres. En tiempos pretéritos las mejores espadas fueron consideradas objetos valiosos, cuyos precios podían ser  equivalentes a 120 bueyes o 15 esclavos y los forjadores identificaron las hojas con sus nombres y punzones para garantizar su calidad. Así lo acredita (a modo de ejemplo), el  prestigio del que gozaron entre los vikingos las espadas Ulfberth e Ingelrií entre los siglos IX y X de nuestra era; la nómina de 222 antiguos espaderos españoles publicada por el Barón de la Vega de la Hoz en 1898; las más de 200 marcas y monogramas de armeros y espaderos europeos mencionados por Auguste Demmin en su afamada Guide des Amateurs D’Armes et Armures Anciennes,  publicada por la Libbrarie de Ve. Jules Renouard de París en 1869; o por fin, la obra de John Walter: The sword and bayonet makers of the Imperial Germany 1871 – 1918, editada por The Lyon Press de Brighton - Sussex en 1973. Muchas armas blancas sin embargo carecieron de marca, firma o punzón de  fabricante, en razón  de urgencia y/o ausencia de interés comercial en una producción estadual, o por no haberse alcanzado en esa artesanía una alta cota en la calidad de sus productos. Así  también buenas espadas alemanas ostentaron falsas marcas de Toledo, debido al   prestigio alcanzado por las  labradas en esa ciudad. En la década de 1980 llegaron a nuestro país cuchillos - bayoneta de origen alemán producidos por Weyersberg (Solingen), de los modelos US M 7 (M 16) y KCB 70 M 1; desarrollado este último por Eickhorn (Solingen), a solicitud de NWM de Holanda para el fusil Stoner M 63 A 1. Pero también ingresaron sin marca visible, o provistos de una estampilla engomada facilmente removible.

9)                 Así también lo acredita el vasto “Inventario General” de enseres existente en los almacenes de Caroya, provistos por cuenta del Gobierno de Buenos Aires. Destacamos a modo de ejemplo: hierro de Vizcaya, acero de Milán, hierro vergajón de 1” y ½”, clavos, tachuelas, estaño, escofinas tablas de 9” y 12”, escofinas de media caña de 9” y 12”, limas de 4”, limas de 14”, limas triangulares, martillos de banco, tenazas, mazas de quebracho colorado, barretas, fuelles de fragua con tobera, martillos de banco, simbol, tornos de banco de 355 y 1/2 libras de peso, alambre amarillo para puños, alambre de fierro, barrenas chicas, grandes y pasaderas, tornillos de mano, fierros de corte, grapa de fierro, alicates chatos y de punta, esmeriles, chapas de latón, sierras de trozar, argollas de metal amarillo, bigornias de fragua y banco, torno de banco, herramientas de corte, piedras de amolar, escuadra y compases, crisoles blancos, bruñidores, máquina de brazos para lustrar, etc..
No incluye sin embargo “aceite dulce para aplanar sables,” curioso ítem solicitado por la Fábrica de Tucumán, y que no pudo satisfacer Domingo Matheu desde Buenos Aires en 1813.


*) Nota: Arribado nuestro estudio a este punto, confiamos en que una visita al Repositorio de Montevideo, nos permitirá en el futuro, ratificar o rectificar en su caso, nuestras conclusiones sobre las dimensiones de la  espada de Artigas, a las que asignamos por ello el carácter de provisorias.



Glosario:

Bigotera: Vid “Arma blanca: el recazo, orígenes y nomenclatura” en este Blog.

Biricú o Viricú: (biricúes): Cinturón de cuero provisto de un porta sable  con  uno o dos tiros.

Curvatura regular o simple: Es decir equilibrada en sus extremos y por oposición a la irregular o doble, que se acentúa en las proximidades de la punta y requiere de una vaina parcialmente ranurada junto al brocal.

Espada sable: Espada de hoja recta, filo completo corrido al exterior y lomo corrido al interior, con empuñadura y guarnición de sable. Fue llamada espada sable en España.

Espada de Infantería: Creemos que la expresión, tomada literalmente de un documento de época (“las de infantería…”), hace referencia al sable de infantería o hanger. Este consistía en un sable corto y corvo, con  filo corrido al exterior y  empuñadura con guarnición de bronce. Conocido entre los franceses como briquet (encendedor), por su similitud con un instrumento de época para encender las chimeneas, el término fue adoptado entre nosotros como birique. Su uso por la infantería en países de Europa, corresponde aproximadamente al período 1790 - 1833, siendo reemplazado por una espada corta y recta, de doble filo y vaciada a dos mesas, así como por el sable y la espada bayoneta. (Vid. Robert Wilkinson – Latham. Swords in color. Including other edged weapons. Arco Publishing Company Inc.. New York, 1978)

Junquillo: Ranura helicoidal cavada en la empuñadura, donde puede asegurarse el torzal.

Latones: (De “lata” y no del metal conocido como “latón” consistente en una aleación de cobre y zinc). Nombre que  se  dió al sable de nuestros granaderos por los soldados españoles, debido al ruido que producían al envainar y desenvainar. Dice al respecto la malograda historiadora Patricia Pascuali: “estaba destinado (el sable), a ejercer gran efecto sobre los realistas desde el mismo momento en que era desenfundado de su vaina metálica provocando ex profeso el chirrido helado del acero que amedrentaba al enemigo. Escasos en un comienzo, hasta que empezaron a ser surtidos por la fábrica de armas localizada en Caroya,… No se les oiría ya decir a los americanos: “Vengan con su sable de latón, que aquí están los vencedores de Bailen.” Los ahora temidos corvos habían cortado de cuajo su despectiva soberbia.” (Vid Patricia Pascuali. Juan Lavalle. Un guerrero en tiempos de revolución y dictadura. Págs. 28 y 46. Planeta. Buenos Aires, 1997). Los primeros de estos sables habrían llegado en la fragata Seaton  y  San Martín  ordenó al Maestro Mayor de Barberos D. José Antonio Sosa, antes del cruce de la cordillera, afilar los que estaban en servicio en el Ejército de los Andes.

Majadores: forjadores. (De majar: machacar y de majo: mazo de hierro)

Orejas u orejetas: Prolongaciones de la monterilla remachadas al mango y en ocasiones también a la espiga.

Stirrup Hilt: Guarnición de estribo. Llamada así por su semejanza con un modelo de estribos utilizado entre fines del siglo XVIII y principios del XIX.

Torzal: Hilo trenzado de hierro, bronce, cobre o metales finos como el oro o la plata, que envuelve el puño de la espada o sable, optimizando su adherencia a la mano  o “grip.” Se  llama “alambrado” cuando es simple o no trenzado.


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