por José Luis Mignelli
“Es una vergüenza, es un desdoro que los Oficiales de
este Ejército ni los Sargentos tengan
un espadín, una espada o un sable.
Porque no hay dónde comprarlas.
Y es indispensable que V.E. se sirva ordenar que a la
mayor brevedad se me remitan 200
de estas armas - para que
se cumpla esta falta - que yo cuidaré
que se le descuente a los
Oficiales el valor de las que reciban.”
Manuel Belgrano al Gobierno Superior Provisional de las
Provincias Unidas.
(Campo Santo, 5 de mayo
de 1812)
“… tengo el singular honor de poner en manos de V.S. dos
espadas sables, con sus correspondientes vainas y guarniciones doradas.
El uno de ellos se halla por las sabias, juiciosas y bien
pulseadas determinaciones de V.S., destinado al General Oriental, Don José de
Artigas”…
Manuel Rivera a José Javier Díaz. (26 de Julio de 1815)
Con la firme determinación de proveer a los ejércitos de
la Independencia con armas, pólvora y cartuchería en el interior, los primeros gobiernos
patrios habían decidido la instalación de una fábrica de fusiles en Tucumán, y otra
de pólvora en Córdoba. A éstas se sumaría a la brevedad, una fábrica de armas blancas,
anexa a la de Tucumán, comisionándose al Cnel. D. Manuel Rivera (c. 1764 – 1824)
1) en calidad de encargado de la misma y
colaborador de Belgrano (1770 – 1820), para que “metodice, adelante y
perfeccione el trabajo” en la de fusiles. 2) Prueba de ello fue la aprobación y devolución a
vuelta de correo el 27 de Diciembre de 1813, por parte del gobierno de Buenos
Aires, de una espada forjada en dicho establecimiento, con la instrucción de
que se le agreguen dos dedos mas de largo, a las que se hicieren en el futuro. En esa oportunidad, también se
solicitó a Rivera, realizar el máximo esfuerzo en organizar el traslado de la fábrica a Córdoba, notificándose
al Gobernador Intendente de esa provincia, D. Francisco Javier de Viana, después
Ministro de Guerra del Director Posadas (1757 – 1833), para que contribuya en lo
que esté a su alcance con el operativo de traslación, interesándose en sus
progresos y adelantos. 3)
Fue el mismo Rivera quién a poco de visitar Córdoba en
busca de lugares adecuados para las instalaciones, sugerirá Caroya o Altagracia,
por la existencia en ellas de edificios donde albergarlas, así como por la
abundancia de agua para abastecer la maquinaria. Poco después remitirá a
solicitud del gobierno de Buenos Aires, “hojas templadas en el Río Caroya y Altagracia” para su aprobación.
Decidida la ubicación en la antigua estancia jesuítica de
Caroya viejo, 4) por entonces Convictorio del Colegio de Monserrat, cerca de
Jesús María, se dará comienzo a la producción, previo aprovisionamiento de
materiales y herramientas procedentes de la misma Córdoba y de Tucumán. A la designación
de capellán, mayordomo y escribiente, se sumará una dilatada dotación de operarios,
tales como: majadores, amoladores, bronceros, braceros, carpinteros, albañiles,
plateros, talabarteros, etc., más un piquete de soldados a fin de custodiar instalaciones y despachos. El 13 de julio de 1815 ya remite bajo
custodia al gobernador D. José Javier Díaz, 40 sables, entre ellos 4 corvos y
12 para oficiales, a cuenta de un total de 300 solicitados. Poco después, a 26
de julio, le comunica que entregó a don Francisco de Paula Pérez, la espada sable
que se le ordenara construir para el General José Rondeau, Jefe de la tercera Expedición
al Alto Perú. En la misma oportunidad también le hace saber, que ha puesto en
manos del Rector del Colegio de Monserrat, ocasionalmente en viaje a Córdoba, la
espada sable que le encargó para el Gral. Artigas y otra de obsequio para su persona.
En el período histórico que nos ocupa, la gobernación de esa provincia pasaría sucesivamente
de Francisco Javier de Viana, a Francisco
Ortiz de Ocampo y de este al Cnel. José Javier Díaz, cuya convicción por la
causa federal y devoción artiguista, explican el obsequio. Había este asumido sus
funciones con el título de Director Supremo y Gobernador de la Provincia, el 31
de marzo de 1815.
Fig. 1. La espada de Artigas según el dibujo de Grenón
Si bien un empréstito forzoso sobre el comercio cordobés que recaudó 19.000 pesos, habría permitido sobrellevar los primeros gastos y de instalación, desde su inicio y a través de su breve existencia (1814 – 1816), la fábrica sufrió serias carencias a causa de la estrechez de fondos del erario público, tanto nacional como provincial. El 13 de marzo de 1815 solicita Rivera al gobernador la suma de 3.000 pesos, a fin de poder dar comienzo a la producción, llegando el mismo director en oportunidades a comprometer fondos propios en el desempeño de sus funciones. Con fecha 27 de octubre de 1815, enviará Rivera a Buenos Aires por intermedio del Tte. Cnel. Matías Usandivaras, una espada de caballería para el Director Provisorio, circunstancia que motivó una requisitoria del Ejecutivo Nacional al gobernador de la provincia, acerca de los valores de las mismas. Las espadas de caballería fueron cotizadas en esa oportunidad a un precio máximo de 10 pesos por unidad y las de infantería entre 7,50 y 8, advirtiendo Rivera que no se encarguen, sin proveer anticipadamente los auxilios necesarios “en forma mensual y puntualmente con los ya vencidos.” Fueron frecuentes las deserciones de operarios por falta de pago de los salarios, circunstancia esta última que alcanzó al propio Rivera, así como una reducción de los mismos a un tercio de lo estipulado. El mismo director con vistas a optimizar la economía, había sugerido la supresión de los puestos de mayordomo y escribiente, sugiriendo crear en su lugar una Tesorería. El 19 de noviembre de 1815 solicitará al gobierno provincial una carreta y cajones, para el embalaje y despacho, de un lote de sables terminados y el 16 de enero de 1816 dejará asentado en el Libro de Contaduría, la compra de una carretilla por 46 pesos, a fin de cumplimentar el envío de 150 sables de caballería con sus correspondientes biricúes para el Ejército del Norte. Dos días mas tarde sin embargo, se le ordenará suspender todo trabajo, levantar inventarios de herramientas, materia prima, armas terminadas y en curso de producción y conducir a la postre instrumentos, máquinas y demás enseres a Buenos Aires. Parte del acero existente, fue sacado a remate o dado en pago por orden del Directorio, a fin de satisfacer deudas y salarios atrasados. Rivera marchará por fin a Buenos Aires en compañía del maquinista Enrique Kalke y del maestro lustrador Antonio Semik, observando la mayor economía en el empaquetamiento y gastos de viaje, de todo lo cual debía “presentar relación instruída al Ministerio de Guerra.” A partir de entonces las armas blancas solo se producirían en Buenos Aires. Conforme a una resolución del Ministerio de Guerra del 20 de Enero de 1816, suscrita por el Director interino Ignacio Álvarez Thomas y por Tomás Guido, una docena de espadas de caballería forjadas en “los primeros ensayos”, resultaron de tan buena hechura “que su temple y finura haría honor a las fábricas mas acreditadas de Europa”. Ello motivó su exposición en la Sala de Armas de la Fortaleza, así como el ascenso de Esteban de Luca al grado de Sargento Mayor de Artillería y Director de la Fábrica de Armas del Estado, premiando a su colaborador D. Juan de la Cruz Tejada, con un sueldo de 90 pesos mensuales y el cargo de Maestro Mayor de Fraguas. La fábrica contó con nueve de ellas, de las cuales cuatro estaban destinadas a la producción de bayonetas de cubo. Estuvo ubicada en las proximidades del solar que ocupa hoy el Palacio de Tribunales, zona conocida entonces como el Hueco de Zamudio y cesó definitivamente en su actividad en 1822. Señala Armando J. Frezze que su primera producción data de 1811 y consistió en 281 bayonetas. 5)
Los historiadores
Pedro Grenón S. J. 6) y Efraín U. Bischoff 7) se han ocupado extensamente y con acopio
documental de la Fábrica de Caroya, así como de la espada de Artigas, la que descansa
hoy en el Museo Histórico Nacional de Uruguay en Montevideo. Fue el Mayor
Leandro Gómez (1811 – 1865), después héroe
y mártir de Paysandú, quién la habría encontrado en 1842 en una armería de
Buenos Aires, con su hoja y vaina quebradas y soldadas; “a remache con dos
clavos” y “a plomo”, a 25 y 45 cm. de sus extremos respectivamente. En ocasión
del traslado de las cenizas de Artigas (1764 – 1850), de Asunción a Montevideo
en 1856, Gómez obsequió la espada al presidente Gabriel A. Pereira (1794 –
1861), cuya viuda la donó al repositorio en 1876. Se ha discutido reiteradamente
si Artigas estuvo por algún tiempo en posesión del arma, registrándose al
respecto posiciones encontradas. El Acuerdo del Ministerio de Guerra, de fecha
12 de Noviembre de 1816, resuelve la
cuestión en sentido negativo. En él puede leerse: “Acordó su S.E. prevenir a
Dn. Manuel Rivera depositase en la Sala de Armas, el sable construido en
Córdoba para el Jefe de los Orientales
Dn. José Artigas.”
Grenón se ocupa de la espada en dos lugares de su obra publicada
en 1933. Lo hace entre las págs. 60/65 y 109, 106 y 108 respectivamente, pero abordando
su descripción y mensura en tres oportunidades, con variada fortuna, en forma repetitiva
y ocasionalmente contradictoria. Señala al principio que la espada es recta y
de acero, midiendo 71 cm. y la vaina 89;
que la empuñadura provista de guarnición de bronce cincelado es de madera, de 1.350
? mm. (sic), y que en el anverso de la hoja se lee en cursiva inglesa: “Córdoba
(sic) independiente a su Protector” y en el reverso: “General Don José Artigas.
Año de 1815”. Continúa diciendo que el
anverso de la vaina observa la leyenda: “Córdoba (sic) en los primeros ensayos
a su Protector el inmortal Gral. Artigas. 1815”. Abunda luego en un dato sustancial que omitirá Bischoff años después, para señalar a continuación que conforme a
datos y dibujos facilitados por el Director del Museo de Montevideo, Sr. Telmo
Manacorda y el dibujante C. W. Aliseris, realizó un dibujo mensurado de la
espada (fig. 1), circunstancia que motiva una segunda descripción. Dice ahora
que la hoja es de acero, de forma recta, tipo español y que mide 82,50 cm.,
asigna a la empuñadura 227,50 (¿mm?) y a la longitud total 1,05 mts. Describe a
la hoja provista de un solo filo, punta, 36,00 mm. de ancho en la parte
superior, 30,00 mm. en la media y 20,00 mm. en la inferior, presentando además una
hendidura o váceo (sic). Continúa con el detalle de la empuñadura, señalando que
es de madera negra y alberga nueve hilos de bronce (¿torzal o alambrado?), faltando
el primero de ellos. Dice de la taza que es de bronce cincelado, estilo español
clásico, con un sol y una cabeza de león coronada con un gorro frigio, que se asemeja a un gorro de
manga con sus borlas cayendo a la
izquierda. Asigna a la espada un peso total de 1050,00 grs. y a la vaina de
metal dorado 600,00 grs., registrando esta última un ancho de 4,50 cm. en la
parte superior y 3,00 cm. en la
inferior. Repite las leyendas en la espada y su vaina, omitiendo nuevamente “el”,
en la correspondiente al anverso de la
hoja.
Finaliza Grenón con una tercera y última descripción en
la pág. 109, la que continúa a causa de un error de impresión de la edición, en
las nro. 108 y 106, reiterando que se basa en el dibujo de Aliseris y en datos suministrados
por Manacorda, según comunicación oficial nro. 368/ 1933. Dice por fin que el
largo total de la espada es de 105,00 cm., 22,50 cm. mide la empuñadura y 82,50 cm. la hoja de acero, que
es de forma recta y tipo español, con 36,00
mm. de ancho en la parte superior, 30,00 mm. en la media y 20,00 mm. en la
inferior. Esta provista de un filo y una hendidura (sic), que no llega a la
punta y que ocupa solo tres cuartas partes de la misma. La empuñadura es de
madera negra, con un espiral de bronce de 9 vueltas, faltando la primera. La taza
de bronce cincelado, tipo español, con un sol y una cabeza de león tocada con
un gorro frigio o de manga con sus borlas cayendo sobre la izquierda. La vaina
en metal dorado es de tipo español, con guarniciones de bronce, a la que agrega
ahora ojal y contera (suministrando las dimensiones de las dos últimas y asignándole
1,00 cm. al ojal 3,00 cm. al ancho de la contera y 1,50 cm. al largo de la
misma), dos argollas de bronce para suspensión y un peso total de 600 grs. Repite
el texto de la leyenda en el anverso y reverso de la hoja, escribiendo como
esta grabado Córdova con “v” corta y agregando el artículo determinante “el” al
final de la cursiva, que sirve de enlace con la frase del reverso. La leyenda
en el frente de la vaina termina ahora con una rama de laurel y en el reverso menciona la existencia de un dibujo de escamas
que se alargan en su terminación. Es extraño que Grenón no haya suprimido en
las pruebas de galera (si las hubo), sus dos primeras descripciones, dando a la
estampa solo la última, si la estimó definitiva.
Fig. 2. Reproducción de la espada forjada en Caroya
para el general don José Gervasio Artigas
Bischoff por su parte, se ocupa de la espada en la pág.
112 de su obra publicada por la Universidad
de Córdoba en 1966 (OC). La
describe siguiendo a Grenón en su primera descripción, con una hoja de 71,00
cm. de longitud, una vaina de 89,00 cm. y una empuñadura de 135,00 mm. A poco
sin embargo, le asigna 90,50 cm. al largo de la vaina, entrando en contradicción
con un dato propio inmediatamente precedente. Ambas medidas, arrojan una
diferencia desproporcionada entre el largo de la hoja y el de la vaina, de 18,00
cm. y 19,50 cm., respectivamente. La ilustración de la espada que acompaña el
autor entre las págs. 64/65, bajo el título “Reproducción de la espada forjada
en Caroya para el general don José Gervasio de Artigas” (fig. 2), exhibe una
vaina que, por alguna razón, parece reflejar esa desmesura. Por último describe
Bischoff las leyendas en las mesas o caras de la hoja, el anverso de la vaina y
el dibujo del reverso, escribiendo Córdoba con “b” larga. Cita Bischoff como
referencia de lo que expone, la pág. 109 de Grenón (OC), pero sus primeros datos
corresponden a la primera descripción de ese autor de las págs. 61/62.
Dijimos que Grenón abundó en un dato sustancial omitido por
Bischoff. Este consiste en que la
bigotera de la hoja lleva grabada en el anverso y “dentro de una cinta” (sic), “las
letras LLARCY” a las que califica como “Marca de Fábrica” y en el reverso, dos
cuños consistentes en un “sol heráldico” (es decir sin centro o rostro, por
oposición al sol figurado y al sol naciente consistente en medio sol) y “una
estrella de siete pétalos” (entendiendo que se refiere a una estrella de siete
puntas, conocida como heptagrama o septagrama). Nótese que dice “letras” y no
“palabra”, lo que haría suponer que Grenón
pudo referirse a una sigla cuyo
significado no sería fácil desentrañar. Si se tratase de un nombre permitiría preguntarnos: ¿pudo consistir la espada de
Artigas en una hoja importada, solo montada y provista de vaina en el
establecimiento de Córdoba? Una
respuesta afirmativa es lo probable. Dice Demaría (OC), que en la fabricación
de fusiles a chispa, no existió un cuño que permitiera identificar un ejemplar enteramente
hecho en Buenos Aires. Es posible que lo mismo ocurriera con las armas blancas
producidas en Caroya. Ni siquiera la mera pertenencia de un arma al Estado
estuvo debidamente acreditada, hasta la sanción de un decreto de la Provincia de
fecha 24 de Diciembre de 1822, ya cesado
el gobierno nacional a causa de Cepeda y de la anarquía del año XX. Por el
mismo se dispuso que Buenos Aires,
debería grabarse en el casquillo que cubría el remache de la espiga en los sables,
así como en la culata de las armas de fuego con una profundidad de 3 a 4
líneas. 8) La profusión de marcas observada en la espada de Artigas, consistente
en una palabra y dos cuños, acrecientan por su extensión nuestras dudas. El
forjado de la hoja se corresponde con la esencia misma del arma blanca y la
documentación histórica acredita la producción de espadas en Tucumán, Córdoba y
Buenos Aires, lo que supone sus tres etapas: forja, temple y revenido, pero no parece ser este el caso. 9)
Por nuestra parte y sobre la base de las imágenes que
acompañamos, describiríamos la pieza bajo estudio, como una espada sable de
hoja recta, vaciada a una mesa y con vaceos en ambas caras que no llegan a la
punta. Filo completo corrido al exterior y lomo corrido al interior, estimando
la longitud de la misma en 88/89 cm. Carece en realidad de cazoleta, canasta o
media canasta. Su guarnición parece simple aunque profusamente cincelada,
compuesta de una rama principal y un crucero con double langets que remata en
un galluelo. Es en principio, del tipo comúnmente llamado “de estribo”, con el
aditamento de un lazo secundario que se bifurca al unirse con el arco, proveyendo de protección al dorso de la mano. Habitualmente
se llama lado derecho del arma blanca al que presenta esa defensa, por lo cual
correspondería adjudicar dicho nombre al de la mesa que lleva grabada la
leyenda: “General Don José de Artigas.
Año de 1815” Posee pomo con monterilla corrida al interior hasta la virola y sin
orejas, ostentando en la parte superior una cabeza de león con un gorro frigio “semejante
a uno de manga con borlas” y un sol
emblema de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Dicho sol forma parte del
brazo o rama principal de la guarnición o
esta incorporado a la misma y no aparece en la ilustración de Bischoff, como no
aparece en el dibujo de Grenón, el escudete doble del lado derecho. El puño de
la espada sable por su parte, presenta junquillo y torzal. (*)
Referencias:
1)
Conforme a las Tomas de Razón de marzo de 1807, el extremeño Manuel Rivera fue Maestro Mayor
de Armeros del Real Cuerpo de Artillería. Casado en Tucumán con Trinidad
Indarte, fue también padre del controvertido poeta unitario José Rivera Indarte
(1814 -1845), nacido en Córdoba un 13 de Agosto. Referido primero como
“comisionado” y/o “encargado”, Rivera será designado oficialmente director de
la fábrica el 18 de Noviembre de 1814. Falleció
en Buenos Aires el 1 de Diciembre de 1824.
2)
El General Belgrano fue crítico respecto de la eficiencia de la fábrica
de fusiles de Tucumán. En un oficio cursado por el prócer al gobierno de las
Provincias Unidas en Buenos Aires, de fecha 3 de Junio de 1812, dice: “La
fábrica de fusiles de Tucumán merece una atención particular y poner en ella un
hombre que lo entienda; de unos cuantos fusiles nuevos que han enviado, se han
reventado tres como granadas; las cajas a los primeros tiros se rajan; para las
llaves no hay piedras que basten y tienen tanto fierro que muy bien podrían
hacerse dos de cada una. Me he confirmado en lo que allí observé: que el
vizcaíno (D. Francisco Joaquín Eguren) no es más que un practicón de fabricante
de armas, sin entender palabra de mecánica,…” Poco después, el 18 de Junio de
1812 sostendrá “Las cartucheras que se hicieron para este ejército en Tucumán
es de lo más malo que se pueda dar;…” Sin embargo en una comunicación posterior
fechada el 27 de Noviembre de 1812, ya da cuenta al Gobierno que Rivera “esta
entendiendo en el trabajo y economía de la armería.” Sostiene Demaría que la
fábrica de Tucumán habría funcionado hasta 1819, utilizando con la de Buenos Aires, hierro de Vizcaya y de Suecia
en su producción. Los cañones eran forjados “a calda” y trabajados luego con
mandril y barreno. La fábrica de pólvora de Córdoba voló en 1815 a causa de un
incendio nunca aclarado y produjo durante su existencia pólvora gruesa para
cañón y fina para fusil. En menor cantidad se produjo también pólvora en La
Rioja, Santiago del Estero y Catamarca. San Martín por su parte, tuvo su propio
laboratorio de pólvora en Mendoza. También se fundieron piezas de artillería en
el Norte (obuses, morteros y culebrinas), por el Barón Eduardo de Holmberg y a muy bajo costo. De ello dio cuenta
Belgrano al Superior Gobierno de las Provincias Unidas, en una comunicación
fechada en Jujuy el 23 de julio de 1812. (Vid. Rafael M. Demaría. Historia de
las armas de fuego en Argentina, 1536 – 1852. Editorial Cabargón. Buenos Aires,
1972)
3)
Conforme a un oficio fechado el 27 de diciembre de 1813 firmado por
Juan Larrea, Gervasio Posadas, Nicolás Rodríguez Peña y Tomás de Allende. Por
su parte Demaría (OC), hace referencia a la producción de armas blancas en
Tucumán, señalando que “La fábrica de
Tucumán produjo también armas blancas, espadas y sables, que llamaron la
atención de D. Tomás de Iriarte en 1818…” “Al parecer estas armas eran más de
la especialidad de Rivera,…” El propio General Iriarte en sus Memorias dice: “en
la maestranza se construían buenas hojas de espada de excelente temple; el
general (Belgrano) quiso obsequiarme con una que mandó a hacer y montar con
esmero, y en ella hizo grabar su nombre; yo conservé este presente hasta el año
20, en que lo perdí cuando fui hecho prisionero en las calles de Buenos Aires.”
(Vid. Memorias del Gral. Iriarte. Textos Fundamentales. II Tomos. Selección y
prologo de Enrique de Gandía. Tomo I, págs. 187/188. Compañía General Fabril
Editora. Buenos Aires, 1962. Dice Bischoff
por su parte (OC), que “a
despecho de los inconvenientes, Rivera hizo por ese tiempo otro adelanto en la
Fábrica, y logró hasta fabricar cuatro sables de caballería y cuatro para
soldados de infantería. Al remitirlos, el 25 de Noviembre de 1813, hacía saber
al Superior Gobierno, que era preciso trasladar la fábrica a Los Lules (pués las
aguas de allí eran superiores), al igual que la de fusiles. Se comprometía
a fabricar (en Tucumán) espadas-sables
de caballería, a diez pesos cada una y espadas de infantería a seis o siete”. Muchos de los sables producidos después en
Caroya, debieron ser copia del modelo inglés de 1796 para caballería ligera con
guarnición de estribo (stirrup hilt), o de su versión prusiana, el más pesado Blüchersäbel
de 1811, ambos dotados de una profunda curvatura aunque regular y conocidos entre nosotros como latones. El
primero había sido diseñado por el Brigadier Mayor John Gaspard Le Marchant (1766
– 1812) y producido por la firma Henry Osborn de Birmingham. El segundo recibía
su nombre de un destacado líder prusiano, el Mariscal de Campo Gebhard Von
Blücher Leberecht, Principe de Wahlstadt (1742 – 1819) y fabricado por las
firmas espaderas de Solingen: Schimmelbush & Joest, Weyersberg y Schnitzler
& Kirschbaum.
4)
Sobre la Estancia de Caroya y su historia, puede también consultarse a
Carlos Vigil, quién dice en lo referente a la fábrica: “Aumenta la importancia
de esta propiedad el hecho de haberse instalado en ella en 1814 la primera
fábrica de armas blancas del país, a cargo del maestro mayor de armeros perteneciente
al Cuerpo de Maestranza de Artillería, don Manuel Rivera, comenzando a
funcionar en junio de 1815.” “Se conservan aún las ruinas de la fragua y
algunas piezas de las maquinarias del taller, así como el acueducto y el pozo
donde se mezclaba el agua con los ácidos para dar dureza y elasticidad al
acero.” Carlos Vigil. Los monumentos y lugares históricos de la Argentina. 2da.
Edición. Pág. 147/148. Editorial Atlántida. Buenos Aires, 1959. Ricardo Piccirilli,
F. Romay y Leoncio Gianello en su Diccionario Histórico Argentino (V Tomos.
Ediciones Históricas Argentinas. Buenos Aires, 1954), también se ocupan de la
instalación de Caroya a la que denominan: “Fábrica Patriota de Armas Blancas”.
5)
Vid Armando J. Frezze. Enciclopedia de Cuchillería Argentina. Segunda
edición de 50 ejemplares numerados y firmados. Edición del autor. Salta, 2009
6)
Pbro. Pedro Grenón, S.J. (1916 – 1963). Sables Históricos. Archivo de
Gobierno. Documentos Históricos. Talleres Gráficos de la Penitenciaría.
Córdoba, 1933. En la portada de este libro el nombre del autor figura como P.
Grenón, pero en el decreto adjunto autorizando su publicación, firmado por
Frias y Agulla, figura como Reverendo Padre Nicolás Grenón SJ, siendo en realidad Pedro su
verdadero nombre de pila.
Bajo el título Fábrica de
Espadas en Córdoba (Págs. 23/53), reproduce Grenón importantes documentos
oficiales sobre la historia del establecimiento.
7)
Efraín U. Bischoff (1912 – 2013). La espada de Artigas. Universidad
Nacional de Córdoba. Dirección General de Publicaciones. Córdoba, 1966
8)
No es frecuente encontrar marcas de fábrica en la documentación sobre gran
parte del armamento llegado a nuestras costas, durante la Guerra de la
Independencia, desde el primer arribo acaecido en marzo de 1812. En general los
despachos hacen referencia a fusiles de chispa de primera o buena calidad con o sin sus bayonetas, sables
comunes de caballería, sables finos para oficiales, etc. En una relación de 69
fusiles llevados a reparación pertenecientes al Cuerpo de Granaderos de
Infantería encontró Demaría (OC) excepcionalmente, una referencia a una cifra o
monograma conteniendo las letras R y D y correspondiente al parecer a la firma R.
Davenport de Birmingham (circa 1800). Distinto fue el caso de los provenientes
de manufacturas reales o imperiales francesas, tales como Charleville, Versailles,
St. Etienne, Tulle y Mutzig. En cuanto a los fusiles con marcas del Arsenal de
Springfield (USA), no siempre procedían de dicho arsenal, sino de contratistas
privados, pudiendo llevar estampado o no el nombre del verdadero fabricante. Los procedentes de Inglaterra
podían presentar las marcas reales GR (George Rex), alusivas a Jorge III°, o la palabra Tower en
la platina, referente a la inspección a que eran sometidas las llaves de chispa
en la Torre de Londres. En tiempos pretéritos las mejores espadas fueron
consideradas objetos valiosos, cuyos precios podían ser equivalentes a 120 bueyes o 15 esclavos y los
forjadores identificaron las hojas con sus nombres y punzones para garantizar
su calidad. Así lo acredita (a modo de ejemplo), el prestigio del que gozaron entre los vikingos las
espadas Ulfberth e Ingelrií entre los siglos IX y X de nuestra era; la nómina
de 222 antiguos espaderos españoles publicada por el Barón de la Vega de la Hoz
en 1898; las más de 200 marcas y monogramas de armeros y espaderos europeos mencionados
por Auguste Demmin en su afamada Guide des Amateurs D’Armes et Armures
Anciennes, publicada por la Libbrarie de
Ve. Jules Renouard de París en 1869; o por fin, la obra de John Walter: The
sword and bayonet makers of the Imperial Germany 1871 – 1918, editada por The
Lyon Press de Brighton - Sussex en 1973. Muchas armas blancas sin embargo carecieron
de marca, firma o punzón de fabricante, en
razón de urgencia y/o ausencia de
interés comercial en una producción estadual, o por no haberse alcanzado en esa
artesanía una alta cota en la calidad de sus productos. Así también buenas espadas alemanas ostentaron
falsas marcas de Toledo, debido al prestigio alcanzado por las labradas en esa ciudad. En la década de 1980
llegaron a nuestro país cuchillos - bayoneta de origen alemán producidos por
Weyersberg (Solingen), de los modelos US M 7 (M 16) y KCB 70 M 1; desarrollado este
último por Eickhorn (Solingen), a solicitud de NWM de Holanda para el fusil
Stoner M 63 A 1. Pero también ingresaron sin marca visible, o provistos de una estampilla
engomada facilmente removible.
9)
Así también lo acredita el vasto “Inventario General” de enseres
existente en los almacenes de Caroya, provistos por cuenta del Gobierno de
Buenos Aires. Destacamos a modo de ejemplo: hierro de Vizcaya, acero de Milán,
hierro vergajón de 1” y ½”, clavos, tachuelas, estaño, escofinas tablas de 9” y
12”, escofinas de media caña de 9” y 12”, limas de 4”, limas de 14”, limas
triangulares, martillos de banco, tenazas, mazas de quebracho colorado,
barretas, fuelles de fragua con tobera, martillos de banco, simbol, tornos de
banco de 355 y 1/2 libras de peso, alambre amarillo para puños, alambre de
fierro, barrenas chicas, grandes y pasaderas, tornillos de mano, fierros de
corte, grapa de fierro, alicates chatos y de punta, esmeriles, chapas de latón,
sierras de trozar, argollas de metal amarillo, bigornias de fragua y banco,
torno de banco, herramientas de corte, piedras de amolar, escuadra y compases,
crisoles blancos, bruñidores, máquina de brazos para lustrar, etc..
No incluye sin embargo “aceite
dulce para aplanar sables,” curioso ítem solicitado por la Fábrica de Tucumán,
y que no pudo satisfacer Domingo Matheu desde Buenos Aires en 1813.
*) Nota: Arribado nuestro
estudio a este punto, confiamos en que una visita al Repositorio de Montevideo,
nos permitirá en el futuro, ratificar o rectificar en su caso, nuestras
conclusiones sobre las dimensiones de la espada de Artigas, a las que asignamos por
ello el carácter de provisorias.
Glosario:
Bigotera: Vid “Arma blanca: el
recazo, orígenes y nomenclatura” en este Blog.
Biricú o Viricú: (biricúes):
Cinturón de cuero provisto de un porta sable con uno
o dos tiros.
Curvatura regular o simple: Es
decir equilibrada en sus extremos y por oposición a la irregular o doble, que
se acentúa en las proximidades de la punta y requiere de una vaina parcialmente
ranurada junto al brocal.
Espada sable: Espada de hoja
recta, filo completo corrido al exterior y lomo corrido al interior, con empuñadura
y guarnición de sable. Fue llamada espada sable en España.
Espada de Infantería: Creemos
que la expresión, tomada literalmente de un documento de época (“las de
infantería…”), hace referencia al sable de infantería o hanger. Este consistía
en un sable corto y corvo, con filo
corrido al exterior y empuñadura con
guarnición de bronce. Conocido entre los franceses como briquet (encendedor),
por su similitud con un instrumento de época para encender las chimeneas, el término
fue adoptado entre nosotros como birique. Su uso por la infantería en países de
Europa, corresponde aproximadamente al período 1790 - 1833, siendo reemplazado
por una espada corta y recta, de doble filo y vaciada a dos mesas, así como por
el sable y la espada bayoneta. (Vid. Robert Wilkinson – Latham. Swords in
color. Including other edged weapons. Arco Publishing Company Inc.. New York,
1978)
Junquillo: Ranura helicoidal
cavada en la empuñadura, donde puede asegurarse el torzal.
Latones: (De “lata” y no del
metal conocido como “latón” consistente en una aleación de cobre y zinc). Nombre
que se dió al sable de nuestros granaderos por los
soldados españoles, debido al ruido que producían al envainar y desenvainar.
Dice al respecto la malograda historiadora Patricia Pascuali: “estaba destinado
(el sable), a ejercer gran efecto sobre los realistas desde el mismo momento en
que era desenfundado de su vaina metálica provocando ex profeso el chirrido
helado del acero que amedrentaba al enemigo. Escasos en un comienzo, hasta que
empezaron a ser surtidos por la fábrica de armas localizada en Caroya,… No se
les oiría ya decir a los americanos: “Vengan con su sable de latón, que aquí
están los vencedores de Bailen.” Los ahora temidos corvos habían cortado de
cuajo su despectiva soberbia.” (Vid Patricia Pascuali. Juan Lavalle. Un guerrero
en tiempos de revolución y dictadura. Págs. 28 y 46. Planeta. Buenos Aires,
1997). Los primeros de estos sables habrían llegado en la fragata Seaton y San
Martín ordenó al Maestro Mayor de
Barberos D. José Antonio Sosa, antes del cruce de la cordillera, afilar los que
estaban en servicio en el Ejército de los Andes.
Majadores: forjadores. (De
majar: machacar y de majo: mazo de hierro)
Orejas u orejetas:
Prolongaciones de la monterilla remachadas al mango y en ocasiones también a la
espiga.
Stirrup Hilt: Guarnición de
estribo. Llamada así por su semejanza con un modelo de estribos utilizado entre
fines del siglo XVIII y principios del XIX.
Torzal: Hilo trenzado de hierro,
bronce, cobre o metales finos como el oro o la plata, que envuelve el puño de la
espada o sable, optimizando su adherencia a la mano o “grip.” Se llama “alambrado” cuando es simple o no
trenzado.
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